EDUCACION POLITIZADA
En la era de la globalización, la educación es el factor que determina el potencial de las naciones y las personas. Nuestro sistema educativo en México es un desastre. El éxito de cada estado del país, depende de las capacidades de sus habitantes. Y la esencia de la capacidad de las personas reside en lo que pomposamente llamamos “capital humano”, que no es otra cosa que los activos y atributos con los que cada persona cuenta, determinados en buena medida por la educación recibida y la calidad de los servicios de salud a los que se tiene acceso.
Suponiendo que los servicios de salud proveen al menos un fundamento básico para que cada campechano pueda gozar de la vida , mientras mejor sea la calidad del sistema educativo, mayor será el potencial del desarrollo de las personas. Bajo este rasero, nuestro sistema educativo es un desastre y no está avanzando en la dirección correcta.
El gobernador del estado, Fernando Eutimio Ortega Bernés, dio unas cifras a cual más preocupantes: “en materia de educación en el estado, de cada 100 pesos que se destinan para este rubro, 97 de ellos van a los salarios de los maestros y el resto para otros rubros educativos, que incluyen infraestructura y otros”.
En estos días previos a la presentación al Poder legislativo del Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos 2011, se han recibido en la cámara de Diputados local grupos de maestros que piden y casi exigen que su presupuesto no sea recortado, más aún, que sea incrementado.
Por su parte Mario Trinidad Tun Santoyo, secretario general de la Sección IV del sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en Campeche, explicó en su visita que suman 13 mil maestros en la entidad, de los cuales 500 son mentores de educación indígena, contradiciendo al diputado Enrique Ku Herrera, quien afirma que no hay maestros suficientes para cubrir las necesidades de las etnias. Tun Santoyo, presumió que las comunidades indígenas se encuentran en los municipios de Calakmul, Hopelchén, y parcialmente en Calkiní y Hecelchakán. Pero hay que recordar que “no hay peor cuña que la del mismo palo” y las advertencias de Ku Herrera no deben echarse en saco roto.
En esa tesitura el secretario de educación, Francisco Ortiz Betancourt, también en el platillo volador, destacó la inversión que en materia de actualización y formación docente se realizó por nueve millones 300 mil pesos en la impartición de 28 mil cursos/profesor que, si Pitágoras no miente nos da la miserable suma de 332.1428571429. ¿Usted cree amable lector (a) que esa cantidad es aceptable para una buena preparación magisterial? Y así por el estilo están los números de Don Panchito. Por eso estamos como estamos.
¡Valiente profesorado: quiere siempre evaluar y nunca ser evaluado! Como si la misión educativa no fuera una eterna lucha contra la ignorancia propia y ajena.
Todo mundo habla de la educación, pero poco se hace para transformarla. Más allá de decisiones grandilocuentes, pero irrelevantes, como decretar un nivel de gasto artificial que no empata con realidad alguna, ni la presupuestal ni la política, el Congreso y el Gobierno no han hecho nada par avanzar en el terreno educativo. Es cierto que existen reformas de diversos tipos y que se han creado mecanismos de evaluación tanto de profesores como de alumnos, pero el marco de referencia que emplean es incorrecto, pues no tiene relevancia en el mundo globalizado en que nos ha tocado vivir.
La educación es un instrumento y, como tal, debe ser apropiado para las condiciones del mundo en el que tendrán que emplearlo sus beneficiarios; si el instrumento no empata con las necesidades y las circunstancias de la realidad, es simplemente irrelevante. Mucho de irrelevante tienen los programas educativos que hoy existen en el país.
Como ejemplo ponemos el caso de India. Para comenzar se trata de un país más pobre que México, su ingreso per cápita es apenas el 20 por ciento del mexicano. Pero, en los últimos años, la combinación de una revolución educativa con otra tecnológica, forjó condiciones propicias para que la economía creciera de manera sistemática a tasas cercanas al ocho por ciento anual. Sin duda fue la educación la palanca de desarrollo que influyó en ese crecimiento económico.
El enfoque que se de a la educación es trascendental. La burocracia educativa y su sindicato, sin embargo, se han mostrado incapaces de entender esta cuestión fundamental. Para empezar no entienden los profundos cambios que ocurren en el entorno mundial, pero tampoco reconocen la centralidad de la educación para el desarrollo de las personas y, sobre todo, la nueva realidad de la globalización y lo que eso implica en términos de competencia con los educandos de hoy.
Es evidente que el magisterio o la burocracia educativa no son culpables de todos los males de la economía campechana y mexicana. La pésima calidad del gobierno en general es un factor tan trascendental para el desarrollo como es la educación. Pero la corrupción y el sesgo ideológico que los responsables de la educación le imprimen a este proceso no hacen sino preservar la desigualdad social y hacer imposible el desarrollo.
El impactante ejemplo de India en los últimos años demuestra que la educación es un factor determinante del éxito económico de un país y de su población en general. Además de preparar a cada uno de los estudiantes para el futuro, la educación podría permitir que la población deje de ser simple espectadora, para convertirse en el actor principal en la trama del desarrollo en el estado.
La educación no tiene sentido si no le abre oportunidades a los niños campechanos de hoy, si no se constituye en el puente que haga posible que un niño campechano pobre de hoy se transforme en un ciudadano de clase media mañana. En un país tan desigual como el nuestro, si el tema educativo no se enfoca correctamente, si se les hace caso a los cabilderos del magisterio que acuden al congreso por más lana, si no se les quitan tantas prebendas, si no se le exigen a todos y cada uno de los maestros que den cuando menos los 200 días de clase estipulada en el año escolar, si no se mete mano a esa enorme lista de aviadores que sigue creciendo, la educación en Campeche acabará siendo más que una utopía, otro recurso demagógico más. Todos los gobernantes deberían aceptar aquel reto planteado por UNICEF de hacer de los niños y su educación una prioridad central.
Ese gremio, el magisterial es sin duda el más cuestionado y su reticencia a informar sobre el destino de los cuantiosos recursos que se les otorgan, es una bofetada para un Estado como Campeche que está en los últimos lugares en materia de educación.
No hay estatutos por sobre la necesidad de una educación integral y ya basta de seguir engordando la enorme corrupción que tiene en Elba Esther Gordillo, la más grande barrera para la educación. ¿Hasta cuándo?
Para mejorar al profesorado de Campeche es imperativo saber dónde está. Ya lo decía Kierkegaard: para ayudar al otro es preciso fatigarse para encontrarle dónde está y empezar ahí”. Mientras no sepamos qué terrenos pisa la educación, mientras no haya un estándar nacional en todos los grados, mientras esta información se les oculte a los padres de familia para impedir que presionen a su escuela, mientras todo dependa de unos líderes sindicales que quieren hacer sus contubernios en lo oscurito, cualquier intento de mejorar la educación en Campeche está destinada al fracaso.
Finalmente, hay que tomar en consideración que si hay alguien que sabe de este tema es precisamente el actual gobernador por su paso por la Secud como secretario. Apenas hace dos días enfatizó que: “La educación es la mejor arma de mejoría y de avance, constructiva y no destructiva para que hombres y mujeres integren una comunidad hacia el desarrollo”.
EL SACO, A QUIEN LE VENGA
Estamos vendiendo a México y al mundo la imagen que Campeche es una ciudad bella, que vale la pena visitarla y cuando menos pernoctar en ella, que sus bellezas naturales la hacen sin parangón, que los campechanos tenemos tranquilidad y somos educados a carta cabal. Que el gentilicio universal es cierto.
¿Esto es cierto? Habría que reflexionarlo un poco y decirle a quien le venga el saco que bastaría caminar por las calles de nuestros barrios tradicionales, por el recinto histórico y por el malecón de nuestra ciudad que recorre de sotavento a barlovento una buena distancia.
Uno de los peores flagelos al que no le han dado la importancia que merece es al grafiti (pinta de paredes, monumentos y hasta vehículos estacionados), que se ha convertido en una plaga que amenaza el aspecto de muros y paredes no sólo de edificios públicos e históricos como los baluartes, sino la propiedad privada, la que no tiene subsidio para resanar el daño que en ningún caso es arte como algunos han creído.
Los daños visuales y materiales ya obligan a las dependencias y los tres niveles de gobierno, así como a la iniciativa privada a pedir un punto de acuerdo en el Congreso local y que se legisle con mano firme este problema, porque los gastos para mantener el entorno visual de quienes nos visitan es un arma de doble filo.
Estos actos de vandalismo –ya que no puede llamarse de otra forma- son producto de la imitación, de una emulación de lo que se ve en televisión y películas, que realizan en la mayoría de las veces menores de edad, quienes individualmente o en bandas de origen delicuencial marcan su territorio y zonas de tránsito, en la misma forma que amable lector lo hacen los gatos y perros al orinarse en sitios inverosímiles. Son auténticas rúbricas con la desventaja que lo de los animales caseros se lo lleva el viento, pero lo de los grafiteros queda tatuado en la ciudad.
Los delincuentes, pues no puede llamárseles de otra forma, le cuestan a los erarios federal, estatal y municipal recursos que bien podrían emplearse para continuar el rescate de fachadas que se interrumpió abruptamente. Los vándalos actúan al amparo de las sombras de la noche cuando el tránsito de personas y vehículos es mínimo y siempre con el apoyo de otros que vigilan para no ser descubiertos en flagrancia y detenidos, aunque al comprobar que son menores de edad lo primero que hacen es soltarlos y tal vez llamar a los padres con reprimendas que no deben ser verbales sino de reposición del daño. Son en muchos casos desadaptados sociales que vuelven a delinquir pasados unos días.
La cantidad de jóvenes que practican estos actos antisociales demuestran una paupérrima educación cívica y un desapego al entorno donde se desarrollan, y ante lo imposible de tener una vigilancia más estricta y numerosa para controlarlos se hace necesario adoptar otras estrategias para reducir y si es posible abatir significativamente este problema.
Estas estrategias deben aplicarse en los centros escolares de nivel secundaria y preparatoria –en estrecha coordinación con las autoridades educativas respectivas, ya que el principal perfil de estos infractores se sitúa en jóvenes de esa edad y nivel socioeconómico que les permite adquirir los botes de pintura en aerosol y portarlos en las alcahuetas mochilas escolares, escondidos para actuar antes de entrar, o a la salida que es cuando transitan en grupos hacia y desde paraderos de autobuses urbanos o simplemente caminando hacia los sitios que frecuentan o a sus domicilios, por las rutas que las mismas pintas señalan, lo cual realizan cotidianamente durante los ciclos escolares y en horarios conocidos y similares en ambos turnos: matutino y vespertino.
En pocas palabras (nada que ver con Crispín), se trata de una “operación mochila” con el acuerdo, visto bueno y participación de las autoridades educativas de cada plantel, comenzando con los turnos vespertinos –para que no se enteren los del matutino-, y realizar el decomiso de los botes de aerosol y hasta de otras sustancias, tal vez drogas, dejando a las autoridades educativas la libertad de actuar contra los alumnos a los que se les encuentre algo indebido, como mejor les parezca.
Asimismo, en coordinación con el Ayuntamiento, proponer medidas administrativas para regular la venta de pintura en aerosol a menores, para bloquearles el acceso a su materia prima. Según se pudo constatar, preguntando en comercios especializados en pinturas, “ellos no expenden a menores estos productos” y se quitan el golpe diciendo que los vándalos los adquieren en tiendas de autoservicio y en tlapalerías.
Hasta aquí nuestra sugerencia con el deseo de que puedan realizarse las acciones propuestas, si es que están dentro de las leyes y las consideraciones de las autoridades pertinentes en cuanto a las afectaciones políticas y sociales que pudieran derivarse de estas medidas, pero con los mejores deseos de que el grafiti se abata de nuestra ciudad, porque ya es un cáncer social y visual que padecemos los ciudadanos que buscamos conservar nuestro patrimonio cultural que sigue siendo invaluable, pero que también puede ser motivo de observaciones por parte de la UNESCO, por no erradicar este delito sobre todo en el recinto histórico.
Cobre, bronce y aluminio.- Metales reciclables.- Con otro tema similar Jaque Mate, ha observado que los metales reciclables utilizados en la industria de la construcción y eléctrica, alcanzan hoy precios considerables que hacen rentable la actividad de compra-venta, ya que existen numerosas personas que practican esta actividad en ambas vertientes, y a pesar de eso no hay regulaciones para controlar la procedencia, cantidad, destino y ganancias que deben generar impuestos sobre los ingresos como cualquier negocio comercial legalmente establecido.
Lo anterior ha ocasionado como consecuencia que numerosas personas sin oficio ni beneficio –delincuentes, pues-, estén dedicados a obtener estos materiales por la vía del robo con vandalismo a domicilios particulares, obras de beneficio público y construcciones en proceso, ya que los compradores –sin el menor escrúpulo- les reciben el material que genera a ambas partes buenos dividendos, claro, sin considerar la procedencia ni controlar e identificar a sus proveedores.
Así vemos con bastante regularidad en los medios de difusión, las notas que mencionan robos y destrucción de transformadores para extraerles el cobre en muchas unidades de riego sin vigilancia, de cantidades considerables de líneas eléctricas a la vera de carreteras, incluso con el riesgo de morir pues están energizadas con alta tensión; de cables con los sistemas de alumbrado público, rejillas y tapas de registro de drenajes, de válvulas de tubería de los sistemas de agua potable, ventanas y puertas de aluminio robadas de predios habitados o en construcción, así como de tubería de cobre de los sistemas domiciliarios, y el colmo, hasta un cañón de la época colonial que fue decomisado en un “negocio” dedicado a la compra-venta de chatarra en el momento que lo cargaban a un camión con destino a una fundidora.
No hace muchos días se publicó que en Champotón, fue sorprendido un albañil llevándose la placa de bronce alusiva a la inauguración del parque principal –en hombros con peso de más de 40 kilos- para venderla como chatarra. ¿A dónde y a quién? Averígüelo Vargas.
También en nuestra ciudad se han dado, y se siguen dando, casos de robos vandálicos de innumerables placas conmemorativas y hasta de estatuas de bronces: el indio arrodillado ante la cruz en el monumento de la conmemoración del 4 de octubre en el malecón; la del niño que estaba en una fuente del parque ecológico de la avenida escénica (que la gente dice que se llevó un hijo de un ex gobernador como “gracia de junior” y la última detectada: la placa del pescador “Alcibíades”, aquel de los versos de Choya Quijano, que está junto a la muralla a escasos pasos de la Puerta de Mar en pleno recinto histórico.
En el pasado, ya escribí sobre el destino de la lanza del indio de la plaza 4 de octubre, de la placa de aquel muelle de la Marina ubicado frente a las torres de cristal, de una caseta completa de Teléfonos de México y cositas por el estilo que otro junior tenía en su recámara. “Puntada de muchacho”.
Sería plausible, que las autoridades correspondientes al tema que nos ocupa pensaran en regular y controlar de una vez por todas, las cámaras que están como floreros en varias partes de la ciudad y activarlas, pero mejor aún proceder en consecuencia. Una mayor vigilancia no es gastar gasolina a tontas y a locas, es ejercer vigilancia pero con inteligencia y no en horas que se sabe no ocurren los robos y vandalismos. Hemos observado que los patrulleros duermen en sitios como los alrededores del estadio Nelson Barrera Romellón, las calles ciegas de los terrenos ganados al mar y otros lugares con poca o ninguna luz. Mientras recuperan energías, los vándalos hacen de las suyas.
En cuanto a la compra-venta de metales reciclables es necesario para cortar de tajo la motivación económica que fomenta el vandalismo y el robo de estos materiales, de tal manera que se lleve un registro obligatorio que contemple la identificación del que vende, la cantidad y el origen, así como de la comprobación mensual de sus ventas por tipo de material, a las plantas fundidoras que lo adquieren para reciclar, considerando también revisiones aleatorias a sus instalaciones para constatar existencias, tipo de materiales y aplicación del control de proveedores, para así cerrarle la puerta a los delincuentes que medran en esta ciudad.
CAMPECHITO RETRECHERO
En una carta enviada a Jaque Mate, por mi amigo y caricaturista de esta hebdomadaria columna, Roberto Iris Balam, me pide insertar un comentario sobre Octubre, mes de la campechanidad:
Soy campechano nacido en el barrio de San Francisco, de la ciudad capital, San Francisco de Campeche; aunque también soy “campechaneado” porque mi padre es tabasqueño y viene a cuento porque entre el año1966 y 1969 viví entre Campeche y Villahermosa, Tabasco.
Recuerdo que a Villahermosa le decían la ciudad de las dos mentiras: porque no era villa, ni tampoco hermosa y en opinión de propios y extraños, la ciudad era fea y sucia; polvorienta en tiempos de seca y lodosa en tiempo de lluvia.
En cambio Campeche, recuerdo (ya pasaron más de cuarenta años) desde que el camión de pasajeros asomaba por la última curva de Seybaplaya a Campeche y aparecían las luces de la ciudad, todo era hermoso: Playa Bonita, la entonces industrial Lerma, con sus tiendas, fábricas, bancos, astilleros y luego la aparición del espectacular monumento al Resurgimiento. Cruzábamos la avenida del mismo nombre, para luego entrar a la López Mateos, luego asomaba el lienzo de la muralla de la Puerta de Tierra, frente a ella la bien cuidada Alameda, enseguida el entonces funcional mercado principal. Después la Av. Gobernadores, orgullosamente construida por el Ing. Manuel Amaya Mena, campechano constructor de los que nunca volvimos a ver.
Para sus aproximados 170 mil habitantes, el estado de Campeche, era un ejemplo a seguir, ya casi no habían blancas callecitas del Campechito retrechero. Las principales arterias de la ciudad estaban bien adoquinadas, con negro chapopote.
En esos tiempos, el pueblo tabasqueño se levantó contra el gobierno de Manuel R. Mora Martínez. En Yucatán, su gobernador Carlos Loret de Mola Mediz, peleaba al Presidente Luis Echeverría Alvarez, mejores participaciones para ese estado. La ciudad de Campeche, era el paraíso comparado con las de Villahermosa y Mérida.
Pero como estoy muy lejos de ser historiador, tan sólo digo lo que veo. Hoy me pregunto, ¿Qué le pasó a Campeche? Me da “hueva gubernamental campechana” hacer los comparativos de estas tres entidades hoy día.
Además no hay nada que comparar entre Yucatán y Tabasco con el Campeche de hoy. Sin ir más allá de sus ciudades más importantes; cuentan con segundos pisos y pasos a desnivel. Campeche vuelve a encontrarse con sus blancas callecitas por falta de pavimentación. Hoy a Villahermosa ya no le dicen la ciudad de las dos mentiras sino, “La metrópoli del sureste” y por ahí va Mérida.
Pero ¿quién es el culpable de este vergonzoso retraso? Del panista Carlos Rosado Ruelas, seguramente. Dicen sus detractores que no ha sabido cumplir su palabra de campaña. Rosado se defiende culpando a los 70 años de gestión priista. Y aquí está el cuento:
Estaba yo esperando audiencia en el salón de presidentes municipales, del Ayuntamiento de Campeche, también esperaban en el mismo salón otras dos personas. Se me acercó uno de ellos y me dijo: si cuentas desde la primera foto de los alcaldes, verás que el de la primera foto fue buen funcionario, el segundo no, el tercero si, el cuarto no, y así sucesivamente. En el conteo se acercó la otra persona y dijo: Yo creo que fue malo Gabriel Escalante como Antonio González y peor Víctor Méndez.
Todos reímos y contamos de nuevo: malo y más malo; malo y más malo…Cuando llegamos a Gabriel, ya se nos habían unido otras dos personas que dijeron al unísono “peor”, es decir, que a partir de Gabriel Escalante, no solamente eran malos sino peores.
Por qué. Porque ninguno de ellos terminó su período gubernamental. Y ellos son: Gabriel Escalante, Antonio González Curi, Víctor Méndez Lanz (entre Antonio y Víctor hay uno bueno y uno malo), Jorge Carlos Hurtado, Fernando Ortega, Oznerol Pacheco (aquí también se cumple lo de uno bueno y uno malo). Todos ellos abandonaron el cargo dejando a su respectivo suplente, que tampoco fueron buenos ni malos o peores, sino todo lo contrario, como dijera Don Luis.
Dieciocho años de un ayuntamiento en total abandono (perdón, de los once ayuntamientos). Entonces, ¿quién es el culpable de nuestras blancas callecitas? Yo diría que todos los campechanos somos culpables como los diputados que nos representan. No hay refrán perdido, “Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. En cuanto a Don Carlos Ernesto Rosado Ruelas, esperemos que vire el barco con buen rumbo, que está muy fea la marea, aunque no sea liberal (es panista) pero si heroico patriota nacido a orillas del mar.
Colofón.- Yo veo al primer cuadro de la ciudad como un hermoso cementerio todo amurallado. Por fuera se siguen abriendo hoyancos para cocinar los Pibipollos con que celebraremos a nuestros muertos…de risa (en el gobierno).
Servido Roberto.
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