EL ORACULO
Campeche
es un estado que no se parece a otro. Lo admirable es que los campechanos lo
aguantan tan campantes. Somos los campeones del aguante. Desde hace 150 años
soportamos las picardías, la cara dura y la verborrea de los gobernantes.
De
la palabrería se dan cuenta enseguida hasta los visitantes. “No me gusta
meterme en lo que no me importa, sobre todo si somos de fuera”, han dicho en su
momento un sinnúmero de foráneos.
Forasteros,
fuereños, no extranjeros. De facto por ejemplo son primos hermanos de Tabasco,
Chiapas, Oaxaca, Yucatán, Veracruz, etc. Y es que siempre nos han criticado por
aquello de que nuestros políticos gobernantes hablan sin ton ni son.
Eso
es un riesgo creciente. Nietzsche sugirió (“así hablaba Zaratustra”), que los pueblos
quieren dos cosas: el peligro y las mujeres; por eso ama a las mujeres que es
el más peligroso de todos los juegos.
Hemos
escuchado conclusiones. Pero no me
atrevería a suponer, con Schopenhauer, que nuestras damas políticas de
Campeche son largas de lengua pero cortas de ideas. Lo pienso nada más. A
veces. Pero a más de cuatro que cuando por ejemplo María Rafaela Santamaría Blum (
y punto) habla dice lo contrario de lo que le piden, o en su defecto, no tiene
la menor idea de lo que dice.
De
repente se siente San Agustín y nos suelta que en Campeche sobran las mujeres
que pueden ser gobernadoras. Y “riata” comienza con “Melania la roja”, sigue con la
alcaldesa que tira más palabras que una Uzzi balas; luego se va con la esposa
bien sufrida (¿le pidieron candidata a gobernadora o a Juana de Arco por
aquello de mujer golpeada?) y…desgrana a otra sufrida y corta de súbito y dice
que todas ellas son capaces…pero no dice de que.
Se
le olvidó tal vez de los pecados capitales. Pecar en vez de gobernar es la
filosofía de estos malogrados 24 años. Pero por aisladas y extendidas que sean
estas opiniones de la tres veces diputada local, se trata nada más de sus
opiniones, que yo me abstengo de compartir.
Dentro
o fuera de esa mini lista los que no tenemos remedio somos los campechanos que
ya nos comenzaron a dar chocolate casero batido con molinillo, como ofrecía el
recordado Negro Alí, allá en la Palizada de los ríos.
Pero
sea la diputada “y punto” (de cruz) los que no tenemos remedio somos los
campechanos. Mientras más nos mientes, más les creemos. Somos omnívoros. Con
alguna que otra valiente excepción, nos tragamos y digerimos todo.
Los
que deben hablar; se callan. Si alguien rompe el silencio es para sumarse al
coro de los zalameros consuetudinarios. A la diputada la conocemos como
“diputada pastel”, cualquier fulano que tenga luces y foco de atención recibe
este regalo en su día de días. La lambisconería es una manera de vivir; una
profesión que nunca está saturada.
Nos
sobran abogados, médicos, ingenieros, notarios (constructores solamente hay
tres) pero nunca faltan lambiscones. Crecen, se reproducen y no se mueren; ahí
se quedan, se amontonan, como la basura a Red Ambiental que nunca la recoge.
Si
me permiten un símil, tolérenme uno latino. En el circo que en Campeche estamos
viviendo, la plebe, la crema, el vulgo y la nata, dirigidos por los
lambiscones, gritan en los informes y demás patrañas: “Ave, FOB, los que vas a
moler te saludan. Los que les vas a dar atole con el dedo te endiosan”. Por
causas como éstas estamos en los últimos lugares en esto, penúltimo en eso y ni
siquiera contamos con aquello.
Los
sectores activos (CCEC jajaja), las fuerza vivas (Ana Graciela y sus molineras),
los rectores de la sociedad, los doctos y los prohombres ¿no van a volver por
sus fueros? ¿no se van a poner de pie?
FUENTEOVEJUNA EN FLOR DE LIMON
“No
hay grupo de autodefensa, sino un grupo de vecinos preocupados por la seguridad
con los cuales estamos trabajando, platicamos con ellos (sic) y entendieron muy
bien cuál es el concepto (¿del método?), asestó el procu a los medios, en
relación con los asaltos en la colonia Flor de Limón donde ya están “Hasta la
madre”.
Por
cierta semejanza con una novela de Lope de Vega, me voy a permitir parangonar a
los aludidos vecinos de esa zona donde Don Viluch, un buen día hizo el negocio del
siglo con esos terrenos.
Resulta
que Juan
José Arias Novelo (a) “El Tuti”, comendador de la orden de
Calatrava, ejercía señorío sobre el pueblo de Flor de Limón que pertenecía a su
encomienda y en el cual se autoeligió como el encomendero.
Ejerció
con un grupo de fascinerosos como él, hombres malvados, ladrones, lascivos, que
no respetaban a nadie, mancillaban cuanta casa habitada o no se les antojaba
para despojarlas de sus bienes. Se solazaba en decir que nadie podía tocarlo
porque sus cómplices eran precisamente los encargados de vigilar la ley.
Los
atropellos del comendador “El Tuti”, llegan a tal punto de indignación,
que un día se reúnen todos los vecinos de Flor de Limón (llamada “La colonia de
Los Chayos” en época de Teofilito), hostigados y alentados por algunos
como Fidencio
García Zúñiga, quien con el lema “Estamos hasta la madre”, exaltados crean el grupo de autodefensa
ciudadana pero que en el fondo están lejos de aceptar la palabrería del procu,
porque “El
Tuti” ha sido detenido y denunciado en más de 17 veces y en todas
ellas a los pocos días brincaba las bardas y robaba lo que se le daba la gana y
al igual que él sus compinches.
Los
vecinos, en verdad hasta la madre, marcharon y se reunieron en dos ocasiones
sin dar vivas a las autoridades, pero si mueras al comendador “El Tuti”,
quien al verlos estar tan decididos a darle en la madre, se inunda de miedo y
desde la procu donde hasta ya tiene espacio ganado en su celda suite, promete pagar sus malos pasos.
Pero Zúñiga
y su turba no escuchan.
Cuando
se alteran los ciudadanos agraviados y se resuelven, nunca vuelven sin sangre y
sin venganza. Zúñiga
quiso matar al comendador “El Tuti”, pero José Arturo Ambrosio Herrera, no
se lo permitió diciendo: “no lo veo como un grupo de autodefensa, porque nos
haría pensar otra cosa (resic), lo veo como un grupo de ciudadanos
comprometidos y preocupados por su patrimonio y que van a contar con todo el
apoyo de la autoridad”. (lo que no dijo es cuándo).
El
rey (léase WRSV)
manda de nuevo a su vasallo el procu y empieza la investigación, pero todas las
preguntas se estrellan ante la fortaleza que han formado los “florlimonarios”, los hombres, las
mujeres, los ancianos y hasta los niños que han sido testigos oculares de los
hurtos y burlas de “El Tuti”, sin embargo cada que se les hace la
pregunta ministerial de quién fue el que organizó este grupo todos responden. “Flor de Limón señor”. Sin
poder arrancarles otra declaración, el procu tiene que informar a su jefe y
este muestra el pulgar hacia abajo: “El Tuti” a Kobén.
El
procu mal a su pesar porque el rumor florlimonense es de que el comendador está
coludido con la policía, ha recibido la orden
y no podrá acusar a ningún vecino de tomar la ley en su mano.
El
rey todo clemencia, recibe con beneplácito su justicia justa (valga la
redundancia) y solidaria, escucha con atención a los de Flor de Limón, los
perdona por hacer juicios sumarísimos y pide sacar del reino a “El Tuti”.
TESTADURAS
No
debemos olvidar quién somos y dónde estamos. Se atribuye a San Francisco de
Sales, patrono de los periodistas, un concepto pensado para retratar a los que
aspiran a estar por encima de todos, a ponerse en el primer puesto a como de
lugar. Palabras más, palabras menos el santo señala:
¿Acaso
los mulos dejan de ser torpes y hediondas bestias porque su amo los cargue de
olores, muebles preciosos y tesoros de gran valor? El amo, claro, es Dios.
Porque
la humildad induce a los gobernantes a pedir perdón por sus errores. Así como
el deseo de honores y gloria puede derivar en soberbia, así la solicitud de
perdón cristaliza en rectificación cuando la autoridad más consciente de sus
obligaciones que de su persona, aprende a rectificar. En realidad, tanto como
la humildad. La rectificación es un acto de honradez que honra a quien la
practica.
Por
el contrario el gobernante soberbio no da su brazo a torcer y se cree el dueño
eterno de la verdad, incluso en temas polémicos y opinables. Por eso nunca
participará en foros y diálogos abiertos y enriquecedores sobre la cosa
pública.
Por
eso los pre candidatos y las autoridades emanadas del PRI persisten y se
regocijan en sus errores porque, en recientes manifestaciones de fijaciones
antiguas, creen que rectificar es un síntoma de debilidad. La falta de humildad
erigida en soberbia, los lleva a decir siempre la última palabra y buscar ser
siempre el centro de atención en todo. Escribá de Balaguer, fundador del Opus Dei, decía: “Solo los tontos son
testarudos, los muy tontos, muy testarudos”.
POPULARIDAD O CREDIBILIDAD
Fue
Mauriac
quien primero lanzó la advertencia para defender a Charles de Gaulle. “Para usted
---le decía a un reportero---, la opinión pública no se distingue de los
encargados de expresarla y de encarnarla a la vez: los periodistas”. Una cosa
es la opinión pública, otra muy distinta es la opinión publicada. Los
periodistas, advertía, suelen confundirlas, porque pretenden personificarla en
sus notas y artículos.
La
arrogancia tiene aires monárquicos: la Opinión Pública soy yo. El pueblo habla
a través de las columnas de mi diario. Las encuestas son un antídoto contra
todas esas pretensiones de trasplantar la diversidad de las opiniones en la
unidad de quien habla en el nombre del pueblo.
Sobre
todo, son una forma de defendernos de quienes, desde algún sitio de autoridad,
pretenden decirnos cuál es la voluntad auténtica del pueblo. Los poetas son tan
culpables como los ministros de querer proclamar los gustos del alma nacional y
en este caso campechana. Ambos otorgan
deseos claros y unívocos.
El
demagogo y la metaforista hablan como videntes . Pero una encuesta rompe
dichosamente esa impostura. La gran contribución de la encuesta Covarrubias y
Asociados, es que gracias a los números que emergen de su trabajo,
no hay un solo rumbo, una sola causa, un solo camino. Hay muchas voluntades que
prefieren distintas cosas, creen en
diferentes ídolos, aprecian distintas maneras de ser.
Pero
práctico como soy, me da gusto que los porcentajes de una sui generis encuesta rompan aquellas unidades irrebatibles. Así
esta última encuesta desactiva ese discurso del singular que tan útil es
siempre a los partidos en el poder. Sin embargo, parece una exageración
identificar la opinión pública de 800 y pico de ciudadanos ---posiblemente no
todos sean campechanos---, que responden a un universo de 822 mil y pico de
quienes vivimos en esta entidad.
Para
los devotos de las encuestas no hay diferencias entre los resultados de una encuesta
y los quereres de la opinión pública. La opinión pública ha dado su veredicto
de que fulano es un antipático y que a zutano ya no le tienen confianza. La
encuesta, sin embargo, refleja apenas las respuestas que los encuestados dan a
interrogaciones que aspiran a la neutralidad. ¿A eso se reduce la opinión
pública? No lo creo.
Pero,
frente a la ruda crítica de los medios y opinadores, frente a la escasez de
resultados concretos, la realidad es que los campechanos le dieron a Layda Elena
Sansores San Román un 70 por ciento de popularidad; un 4 por ciento
de muy buena imagen, un 21 por ciento opinan que tiene buena imagen, 50 por
ciento de regular imagen, 15 por ciento de mala y 9 por ciento de pésima
imagen.
Por
lo que concierne a la alcaldesa Ana Martha Escalante Castillo, la encuesta le
da un 45 por ciento de popularidad, producto de estar materialmente metida en
todos los medios locales. Pero solo le dan el 3 por ciento de muy buena imagen,
31 por ciento de buena imagen, 50 por ciento de regular imagen, 10 por ciento
de mala imagen y un 6 por ciento de pésima imagen. Demasiado para quien todavía
no ha dado el estirón en materia de obras y servicios en la ciudad capital.
Las
dos féminas ciertamente son las más populares pero no las más positivas. Eso
les corresponde a los legisladores federales en la Cámara baja, Rafael
Alejandro Moreno Cárdenas y Jorge Rosiñol
Abreu, quienes con 37 y 19 por ciento de muy buena y buena imagen el
primero y 19 y 19 por ciento de buena y muy buena imagen del segundo, encabezan
el rubro de los mejor calificados.
Por
lo que respecta al alcalde carmelita y al senador Enrique Iván González López y Raúl Aarón Pozos Lanz, respectivamente, sus
números positivos andan en 9 y 28 por ciento de muy buena y buena imagen el
primero, y 7 y 29 por ciento de buena y muy buena imagen del legislador
federal.
Una
rara avis en esta encuesta se dio con
el ex alcalde de Campeche, Carlos Ernesto Rosado Ruelas que aparece en el
rubro de popularidad con 40 por ciento (detrás de Layda y Ana
Martha), pero en el de mejor calificado aparece con 24 y 15 por
ciento con mala y muy mala imagen, producto del convulsionado ayuntamiento
panista que encabezó del 2009 al 2012.
De
los demás es lastre que seguramente Covarrubias y Asociados necesita para armar su
universo y hacerlo atractivo, confiable y darle credibilidad. Porque oiga usted
12 personas en una entidad tan pequeña, además de que a mi parecer ni son todos
los que están, ni están todos los que son.
Lo
que nadie duda es que las encuestas decidirán la próxima elección para
gobernador de Campeche en el 2015. Eso si, todas las encuestas, las objetivas y
las cuchareadas, sirven para propósitos propagandísticos. Si alguno pensaba que
la encuesta de Covarrubias
y Asociados alteró la carrera a la gubernatura, lo único que hizo
fue regresar al punto de arranque en esta competencia demoscópica.
Esta
encuesta y cualquier otra ---que necesariamente comenzarán a aparecer como las
ronchas en el sarampión el año próximo---, son fotografías de una opinión
pública en un momento determinado.
El
ser experto en matemáticas no hace a nadie necesariamente, experto en
encuestas. Hay encuestas que en el pasado fueron un fiasco. Los académicos
confundieron a la gente. En la guerra de encuestas del 2012 hay que señalarlo,
la autora de esta empresa fue una de las que salieron mejor libradas en el
proceso electoral nacional del año pasado.
Habrá tiempo de sobra para juzgar con severidad a
las encuestadoras que se quedaron lejos del resultado electoral y hemos de
presenciar las volteretas que los protagonistas harán para no salirse de esa
opinión pública, razón de ser de sus vidas políticas.
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