domingo, 29 de mayo de 2011


RESUCITAR A UN MUERTO

Esta semana entre los numerosos correos que diariamente amigos, enemigos y hasta desconocidos con pseudónimos me envían, recibí el de una persona que me reservo su nombre para evitarle problemas, pero que el tema que me señala me despertó el interés de tratarlo por ser toral de los campechanos. Veamos.

“Ojalá que en el espacio de tu más que interesante –didáctica- columna semanal haya hospedaje para mi comentario respecto a la óptima noticia, de la recuperación de la olvidada Central de Abasto –en el desvío carretero-, que visionariamente construyera el Ing. Jorge Salomón Azar García y que la mezquindad de posteriores gobiernos “de la grandeza” (económica a familiares y favorecidos), así como la de “Hechos”, que nos dejara hechos unos pendejos con sus manejos constructores con el Grupo Mall y que les dejara inimaginable cantidad no monetaria, entre ellas los 120 mil pesos que me “tranzó” “Crispín”, en el predio de Los Portales de San Francisco, y que gandalla como es, intentó pagarlo con desvencijado vehículo.

Serán varias las magníficas ventajas que hacia Campeche traerá la recuperación de esa Central de Abasto, la principal, creación de numerosos empleos y mejoras en fuente de ingresos a quienes ya cuentan con sus propios trabajos”. Hasta ahí el imail.

En esa tesitura me di a la tarea de investigar todo sobre esta obra y en trabajo de campo y archivos logré lo que a continuación les señalo a mis lectores semanales.
Desde los lejanos tiempos del mercado Siete de Agosto, cuando toda la ciudad capital de Campeche se manejaba en pequeñas proporciones, un estudio del electo gobernador del Estado, José Ortiz Avila, arrojó la necesidad de acabar con la insalubridad, mejorar esa parte tan céntrica de la ciudad y de paso comenzar a cambiar la imagen de un nuevo gobierno que tenía como lema “Todo lo puede el esfuerzo de un pueblo”.  Para quienes nacieron en la década de los setentas no podrán recordar que ese sitio y su anexo llamado “Juan Carbó”, se ubicaba en donde actualmente se encuentra el auditorio del PRI y Telmex, así como la plaza en general estaba propiamente en la calle 8 frente a comercios como “Casa Abud”, “Lonchería Puga”, el comercio de los hermanos González Francis y otro negocio que el pueblo bautizó como “El Basurero” de un sirio libanés.

Se dijo entonces que un nuevo mercado cambiaría la imagen y mejoraría el manejo de los abastos de la capital, apoyándose en los mercados de San Francisco y San Román, pero en una segunda etapa debería de construirse una central de abasto para evitar que el nuevo mercado se saturara en dos décadas.

Desgraciadamente, la falta de visión en los gobiernos que siguieron olvidaron pronto ese problema. Luego de tres décadas, el mercado Pedro Sáinz de Baranda, frente a la Alameda (sitio paradójico porque carece de álamos), tiene el mismo fin que el Siete de Agosto, es decir “un insalubre lugar de venta” peor que el mercado que un día suplió. Un auténtico cuello de botella en vialidad, servicios e imagen de la ciudad al ser prácticamente obsoleto y sin posibilidad de ampliarse y daña gravemente al Recinto Histórico contaminándolo completamente ya que los turistas nacionales e internacionales que nos visitan llegan hasta ese lugar y se percatan del desorden, suciedad, hedores y desorganizacón.

Ayuntamientos sucedáneos como fueron los de José Medina Maldonado. Jorge Luis González Curi,  Gabriel Escalante Castillo, José Antonio González Curi, Víctor Manuel Méndez Lanz, Jorge Carlos Hurtado Valdez, Fernando Eutimio Ortega Bernés y Oznerol Pacheco Castro, en vez de enfrentar el problema fueron complicando la situación, al verse copados por abastecedores, sindicatos de diversa índole, productores rurales, transportistas, taxistas y mayoristas de la central de abasto del Distrito Federal, que sentaron su total dominio y no permitieron que ese mercado desapareciera fraccionándose en sitios adecuados en zonas de crecimiento en la ciudad.

Administraciones municipales como las de Hurtado Valdez y Ortega Bernés reconstruyeron parte del edificio con la idea de modernizarlo. Se dijo que sería en tres o cuatro etapas, pero no avanzó más allá de la segunda, en vista de que Pacheco Castro, en lo que menos pensaba fue en mejorar ese monstruo insalubre y moribundo.

Incluso se realizaron en algunas administraciones como la de Medina Maldonado, ampliaciones y para ello se segaron calles y construyeron nuevos puestos que pronto resultaron insuficientes. El problema era ya de dimensiones mayores y ningún político quiso meterle mano, primero porque no luce políticamente, por la falta de recursos para construir un nuevo mercado y luego pensando siempre en los siguientes procesos electorales, porque la resistencia a cambiar de sitio era de vida o muerte para los locatarios.

Un estudio de factibilidad realizado en junio de 1987 dio a conocer lo que ya se sabía:  Campeche requería de una verdadera Central de Abasto, donde convergieran todos aquellos que hoy saturan el mercado grande de la ciudad, como es conocido por las amas de casa en esta capital.

Fue así que dio inicio una promoción donde 37 empresarios campechanos, entre los que se encontraban Augusto Gordillo Díaz, Ramón Espínola Toraya, José López Osuna, Carlos Ramírez, etc., formaron la empresa “Central de Abasto de Campeche, S.A. de C.V.”, quedando constituida el 1 de septiembre de 1992.

El proyecto original comprendía  dos módulos de 10 bodegas cada uno; dos módulos de 15 locales comerciales cada uno, con un total de 80 bodegas y 30 locales comerciales. Todo ello desarrollado en un área de 10 mil metros cuadrados de terreno ubicado en el cruzamiento de la carretera Campeche-Chiná y el libramiento Campeche-Mérida.

En el proyecto se invirtieron 217 mil 638 pesos, los cuales fueron aportados por Nacional Financiera (Nafin) con cuatro millones 300 mil pesos; un crédito directo Unicrecoser por 254 mil 300 pesos y nueve millones 607 mil 338 pesos que aportaron los 37 socios campechanos, haciendo un subtotal de 11 millones 361 mil 638 pesos. Es decir, la obra no fue con recursos de ningún nivel de gobierno, sino de la iniciativa privada.

Además hubo una aportación no física sino en especie, es decir, el Gobierno del Estado, a cargo de Jorge Salomón Azar García, realizó las obras de infraestructura con un monto de un millón 886 mil pesos, correspondiendo ésta a vialidades interiores y exteriores de la central de abasto, así como la línea de conducción de agua potable.

En este monto no fueron contemplados los intereses derivados de los créditos otorgados por Nafin y Unicrecoser, los que finalmente fueron la espada de Damocles que terminó por quedarse y subastar lo que quedó de esa magnífica (para su tiempo) central de abasto luego del latrocinio de que fue objeto por delincuentes, ladrones y compradores de chueco de cobre y piezas completas de muebles de baño, rejas, instalaciones eléctricas y todo lo utilizable imaginado en esa obra terminada.

Pese a ser el autor del proyecto y de coadyuvar a su construcción, el entonces gobierno de “La nueva manera”, no pudo meterle mano a los propietarios de numerosas bodegas que pueblan la ciudad, señalando a los socios de la central de abasto que fueran ellos los que promocionaran mejor esta obra, sin considerar que la decisión de tal medida correspondía por su peso político a la autoridad estatal, anteponiendo los intereses de las mayorías ya que el mercado Sáinz de Baranda era –y sigue siendo- un problema latente en la ciudad; sin embargo ya eran los últimos meses de ese gobierno y el Califato con toda su corrupción empezaba a asomar la cola, bloqueando cualquier iniciativa tendiente a que la central de abasto pudiera iniciar funciones.

La respuesta del ex Ejecutivo estatal hacia esta obra casi terminada fue mal interpretada por los empresarios campechanos que habían arriesgado en vano su capital y se encontraban en un callejón financiero sin salida, porque las instituciones de crédito no se caracterizan por ser casas de beneficencia pública y, pronto, exigieron los pagos de intereses.

Algunos socios consultados por Jaque Mate señalan que no fue una falta de decisión política, sino que eran un plan con toda la maña y perversidad de los hermanos González Curi, quienes por sus intereses de por medio, dejaron que avanzara el tiempo, ya que no se explica el porqué nunca se tomó un acuerdo conjunto con el ayuntamiento para desalojar a los grandes proveedores que, en su gran mayoría, eran y siguen siendo, de otras entidades y usan el Sáinz de Baranda como bodega, así como diversos predios en toda la ciudad para almacenar sus productos.

Luego de 15 años de haberse concluido la central de abasto la triste realidad es que el resultado del problema económico que se suscitó en el país en 1991, y que disparó las tasas de interés, se hizo materialmente imposible el acceso a créditos para los comerciantes que pretendían trasladarse hacia ese nuevo y funcional local.

La moratoria obligó entonces a los empresarios campechanos a entregar la obra a Nafin en dación de pago, aceptando en principio la institución e iniciando las gestiones para la elaboración y pormenores financieros.

Este pago en forma de finiquito por los adeudos correspondientes a los créditos otorgados para la construcción en general y los individualizados a los que adquirieron bodegas y locales comerciales, quienes también dejaron de pagar debido a la complicación del problema.

Nafin estableció contacto con las personas propietarias de los bienes, pero éstos fueron los que cubrieron el costo de los avalúos para el proceso de recepción de cada uno de los locales. Dentro de los problemas derivados estaba la aclaración de la situación jurídica en que se encontraba el embargo por parte del IMSS, sobre algunas bodegas y locales, no obstante que dichos bienes estaban amparados por el mismo testimonio, según observó el área jurídica de Nafin.

A principios del 2000 Nafin tenía a la venta la central de abasto por un monto de 20 millones de pesos, pero nadie, en esta ciudad invirtió un peso a sabiendas de que no se contaba con el visto bueno del gobernador del Estado y su hermano al que siempre llevó héendz-méek para la resolución de cualquier problema, costumbre atávica pese a ser medio sirio libaneses. En fin que en forma de sinécdoque arreglaron los asuntos que no convenían a sus intereses.

Esta columna se dio a la tarea de investigar lo antes asentado y se encontró que hay una promesa de campaña del alcalde panista de Campeche para reactivar esta central de abasto que por muchos años ha sido “un elefante blanco”, a fin de generar fuentes de empleo para camioneteros, taxistas y muchos ciudadanos en general, además de darle un giro a ese monstruo sucio y maloliente del actual mercado Sáinz de Baranda. Lo único malo es que el tiempo que le queda a esta administración municipal es demasiado corto para echar a andar ese proyecto que podría ser la solución parcial de ese viejo y anacrónico mercado enclavado en el corazón de la ciudad.

De facto los empresarios involucrados en la obra pasados los meses perdieron las esperanzas de recuperar su inversión y solo negociaron el monto de la deuda contraída que, según algunos, fue superior a los 20 millones de pesos.

Un socio consideró que el gobierno estatal “de la grandeza” debió intervenir más enérgicamente y, buscar que la inversión no se perdiera, sobre todo porque era –y sigue siendo-, una necesidad urgente de la ciudad, aún cuando se construyera un nuevo mercado en el área de la Ría de San Francisco con Avenida Gobernadores que, pasados los primeros meses de ese sexenio  se desechó por la brillante idea seguramente del hermano incómodo que metió su cuchara en toda obra que se hizo en los 12 años del Califato, opinó que era mejor reconstruir el viejo mercado Sáinz de Baranda.

Nafin dio en esas fechas a conocer que si existiera un pago inmediato de 10 millones de pesos otorgaría la Central de Abasto, pero ningún socio quiso arriesgar uno solo quinto. Habían dos socios como Augusto Gordillo Díaz y Ramón Espínola Toraya, que analizaron y llegaron a la conclusión que con esos recursos invertirían mejor en obras públicas y recuperarían su capital en poco tiempo, además de que al no contar con el apoyo del gobierno del Estado, los trámites y los riesgos de capital aumentarían.

Otro socio opinó que si el gobierno de González Curi dejó que la obra se perdiera fue porque así convenía a sus intereses, en primer lugar para no darle crédito al gobierno que la había construido y segundo porque no quería echarse de enemigos a todos los viejos y enquistados líderes sindicales del antihigiénico mercado.

Hay otra versión que corre en boca de algunos de esos empresarios, y es la de que adrede se buscó comprar un terreno por la Ría de San Francisco, pero que pasado un tiempo se optó por negociarlo con Autobuses de Oriente. Finalmente en una jugada de ajedrez, el arquitecto operó como es su sistema y ofreció al primo de su alfil Jorge Carlos Hurtado Valdez, (que a la postre sería el siguiente gobernador), gestionara la compra de un amplio terreno de su propiedad frente a la Casa de Justicia, hoy terminal de esa línea camionera. Esos eran los asuntos que a los hermanitos convenían no los de la gente, -porque la palabra  pueblo ya resulta demagógica- y sus necesidades.

El latrocinio, vandalismo fueron increíbles porque sin vigilancia desaparecieron en poco tiempo en la central de abasto 120 lavabos, igual número de inodoros y hasta las láminas del techo de las dos bodegas principales, al igual que todos los domos que fueron destruidos por los huracanes en 1995.

La falta de unión entre locatarios impide que funcione una central de abasto, además de que no existe por parte de la Comuna un plan en el que cada locatario deje de velar por sus propios intereses y se ponga de acuerdo para apoyar y poner en marcha estrategias que incluso mejorarían las ventas en los mercados existentes, toda vez que la competencia de los grandes supermercados está acabándolos paulatinamente.

No hay duda de que falta visión y liderazgo en ese mercado grande porque de existir esa central de abasto podrían acudir a ella los propios supermercados existentes en la ciudad y bajar sus costos en beneficio de los campechanos. Los temporadistas de mango de Palizada, los de aguacates en terrenos y quintas, los productores de limones, naranjas y sandías y hasta los mismos horticultores existentes podrían agruparse y rentar locales que funcionarían en forma tal que las bodegas fueran usadas en determinadas fechas.

Mientras tanto, la central de abasto presenta una imagen de ruina y con pocas esperanzas de ser resucitada para darle el uso para el que fue construida a finales de un sexenio. Esto demuestra que tanto en Campeche como en cualquier lugar del país, la iniciativa privada no puede hacer obras sin el concurso de las esferas de Gobierno so pena de que ocurra lo que les acabo de relatar. Los negocios siempre son half  & half , micha y micha entre gobierno y particulares o no se hacen.

Mientras tanto el primer edil está buscando en autoridades financieras la posibilidad de que ese inmueble sea rehabilitado, si lo logra o no es cosa de poco tiempo porque se encuentra  a cuatro meses de rendir su segundo informe de gobierno y luego de eso los días se sucederán en forma vertiginosa por su propio proyecto político. ¿Se logrará volver a poner en condiciones esa central de abasto o de nuevo el par de hermanitos seguirán haciendo de las suyas?


ESTANCAMIENTO DE DECADAS

Los panegiristas de los grupos en el poder y los arribistas de siempre han sido causa y efecto de situaciones como la de la central de abasto arriba comentada. Los políticos jamás han modificado sus percepciones para con obreros y campesinos. Ha sido esta tierra  víctima de una oligarquía privilegiada que de cuando en cuando ha dado sustos como el caso de Abelardo Carrillo Zavala y Fernando Ortega Bernés, que no han formado parte de esa casta divina campechana, a la cual los historiadores achacan todos los males habidos y por haber y por sobre todo la falta de un desarrollo sostenido.

Los políticos desde antes de la mitad del siglo pasado y pertenecientes a familias de cierta posición social y económica, luego de llegar al poder se hicieron escandalosamente ricos, debido al saqueo de las arcas públicas que es norma en todo el país.

En Campeche este fenómeno se ha reproducido puntualmente, pero es a partir de lo que he denominado el Califato (seis de González Curi y seis de Hurtado Valdez), que se observó un proceso de sucesión dinástica con enriquecimiento y empoderamiento en las filas del partido gobernante, generando una nueva oligarquía, una nueva aristocracia política levantada a costillas de la gente y con cierta orientación populista en el discurso que en muchos casos eran dobles discursos.

El Califato, no nos engañemos, llegó para quedarse por la forma como ha permeado en el gobierno Justo y Solidario, donde Ortega Bernés, tiene a no más de tres personas de su entera confianza. Los y las demás, vienen medrando desde hace más de 12 años y han adquirido condición de inamovibles.

Esta oligarquía que inició desde la llegada “del que se preparó 20 años para ser gobernador”, ha manejado el patrimonio estatal como si fuera de su propio peculio, y se encarga incluso de vetar, negar, bloquear a nuevos integrantes por jóvenes y preparados que estén, debido a que no pertenecen a esa cofradía y se ocupan de promover las actitudes demagógicas y la segura subordinación de decenas de empleados a sus designios, manteniéndolos quietos mediante los cargos otorgados, para garantizar su docilidad.

Este es motivo y causa del evidente retraso de Campeche. Por eso seguiremos siendo una entidad improductiva y subsidiada, porque a los miembros de estas familias de la élite política o mafia aristocrática, es el lucro lo que les interesa y no el avance social ni menos aún el progreso económico.

En el caso de Ortega Bernés, el imaginario colectivo lo ve como la aventura más importante de su vida, pero el sabe que no podrá realizar todo lo que soñó en su camino al poder. Serán los ciudadanos quienes tendrán que definir si aceptan este destino trazado doce años atrás, o seguirán siendo víctimas del derroche, el saqueo, la impunidad en una visión patrimonialista del Estado o si se deciden a cambiar el orden de las cosas. Campeche no es propiedad de unos cuantos y su futuro lo estamos haciendo diariamente todos, unos con indiferencia y otros con ánimos de que las cosas cambien para bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario