domingo, 14 de abril de 2013


UN PREMIO NO IZQUIERDISTA

Las cosas están cambiando en México, y Campeche no es la excepción. El presidencialismo imperial que caracterizó nuestro sistema político era aberrante en un país que ha presumido su incipiente democracia. Ese sistema repugna doblemente porque ofende y lastima a un pueblo que no acaba de encontrar los caminos de su desarrollo.

Las cosas han cambiado en Campeche, y ya cerca de su cuarto informe de gobierno Fernando Eutimio Ortega Bernés ha sabido percibir “el signo de los tiempos”. El suyo ha sido un gobierno cordial, abierto al diálogo empeñado en no dañar a nadie que incluso a ratos pareciera ser blando, pero está siendo muy cuidadoso de la dignidad de cada uno de los campechanos.

En sus constantes recorridos por el interior del Estado, lo mismo le llaman Fernando, ciudadano gobernador y hasta algunos siguen recordándolo como en su campaña con el sobrenombre de El Purux. Para enfrentar las presiones y los sinsabores que sin duda ha tenido en el ejercicio de más de tres años y medio de su gobierno, ha puesto en juego todas sus habilidades, su don de gente, su carisma, su mejor arma que es la oratoria.

Todo menos la agresión desde el poder, que es la más ruin de todas las agresiones. Y es entendible que conoce aquello de que “para que haya pleito se necesitan dos” y no viene a pelear, porque sabe que acabaría descuidando lo esencial de su función y  veces no alcanza la vida para restañar las heridas políticas de un combate estéril.

Para sobrellevar sin rompimiento en la práctica esa fuerza política que por naturaleza se le opone en muchos casos, Ortega Bernés ha requerido de toda su habilidad, paciencia y talento. No han sido pocos los conflictos de poder y de intereses que ha tenido que sortear, pero el sabe que no caben dos poderes en un Estado tan pequeño, en el que cada quien suele pintar su raya en asuntos de política.

Es precisamente la creación del Premio Campeche que nuestra entidad va a otorgar en fecha próxima por vez primera a Roberto Hernández Ramírez, empresario que ha invertido en Campeche desde hace varios años, más que muchos que se dicen campechanos pero que se llevan sus recursos a otras entidades y al extranjero. Los mejores ejemplos los tenemos en la ex Hacienda Huayamón y el Hotel Puerta Campeche.

Es entonces que la oposición sin límite precisamente de la hija de un ex gobernador que se llevó lo que quiso y en Campeche únicamente invirtió en tierras expropiadas en épocas de Luis Echeverría Alvarez, donde ambos se repartieron heredades violando leyes agrarias y forestales. Hoy Layda Elena Sansores San Román, que como en su momento le dije, los genes la han perdido, vuelve a esta ciudad para que con sus lacayos demerite un premio otorgado desde el Congreso con el beneplácito de los campechanos.

La infamia de la hija del “Negro” Sansores Pérez, al cuestionar la creación de este premio así como su otorgamiento, ha llegado al extremo de señalar que “es para hacer la barba, amafiarse más y premiar al socio del titular del Ejecutivo estatal, porque dijo que Hernández Ramírez “es un delincuente de cuello blanco que ha hecho mucho daño al país y que en 1997 fue acusado por un medio peninsular de tener vínculos con el crimen organizado.

Cuestiona la hoy senadora del Partido Morena que este premio no tiene ningún peso, ni trascendencia, que lo deciden entre cuates, entre amigos, para los amigos y los cuates; todos los integrantes del Comité Evaluador, porque son gente sumisa sometidos al gobernador de Campeche.

La Ley del Premio Campeche señala que la presea es la más alta distinción que entregarán anualmente de manera unida, los poderes ejecutivo, Legislativo y Judicial del Estado, para reconocer en forma pública a personalidades locales, nacional o extranjeras, por sus contribuciones a la ciencia, artes, tecnología, justicia, cultura, deporte, en la defensa de los derechos humanos, el ámbito empresarial o cualesquiera otros valores sociales o acciones a favor del engrandecimiento de Campeche.

Lo que Layda calla es que su adláter Andrés Manuel López Obrador, ha sorteado denuncias al por mayor y nunca ha sido investigado: por sus estrechas relaciones con el Cartel de los hermanos Monreal, por los mil 200 millones de origen desconocido gastados en seis años de campaña anticipada en las que nunca trabajó ni dio un golpe, por los charolazos a los empresarios, por las extorsiones al argentino Carlos Ahumada y a otros empresarios a través de sus operadores, por las cuentas del gran capitán de los segundos pisos en el D.F. y por la forma chafa de crear otro partido para vivir del presupuesto nacional manejándolo como su hacienda personal.

Y si señalo líneas arriba la cuestión de genes es porque Layda Elena tiene el mismo hígado que su padre para estorbar de mil maneras la administración de cualquier gobierno priista y continuar en la línea de la política nacional, lo que le permite congratularse con “El peje” su gran tlatoani.

Ya se olvidó de que su principal problema se llama José Antonio González Curi, quien le hizo de chivo los tamales y le escamoteó el gobierno de Campeche, pero como su padre negoció y en muy buenos términos esa “derrota” con Ernesto Zedillo Ponce de León, el asunto quedó olvidado porque business son business.

Pero Layda Elena sigue el mismo camino que siguió su padre y que a este lo llevó a desaparecer políticamente. La Senadora sigue buscando el poder por el poder mismo, vivir estos años mandando sin definiciones trascendentes y acaso pensando como Dn. Miguel de Cervantes y Saavedra en el quijote: “Yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado”. Y eso parece cumplirse con la tanda de insensateces de su diputado local Manuel Zavala Salazar del MOCI. Obviamente nadie en su calidad de legislador puede ser reconvenido por sus ideas, pero hay de ideas a necedades y estas son las que su jefa apoya.

Por gente como la senadora mencionada persiste en nuestra entidad la política rupestre, de un ayer autoritario e impositivo, de un pueblo desdeñado, de una sociedad dormida e insensible, permisiva. Es en cierta forma una rememoración del presidencialismo inaceptable. De un ayer que no debe ni podemos los campechanos permitir regrese nunca, porque en él hay una crudeza histórica.

Quizá la verdad, esa dolorosa espada que pone a cada quien en su lugar, desprenda de los pechos muchas medallas, como aquellas que han sido otorgadas ciertamente, en aras de la política; enseñe mentiras maquilladas de verdades, cambie nombres a avenidas y escuelas, derribe monumentos, y de a cada quien el lugar que le corresponda en las páginas de la historia de Campeche.


PREMIO ESTATAL A LA TONTERIA

Los seres humanos se dediquen a lo que se dediquen se clasifican en dos rubros: los leales y los desleales. El trabajo que sea que desempeñen siempre los llevará a lo mismo: honesto o deshonesto.

Lo anterior es en relación al joven Juan Miguel Islas González, persona que conocí hace muchos años cuando apenas cursaba la secundaria. Siempre se significó como una persona responsable y cumplidor a pesar de las circunstancias. Ejemplos los tengo por doquier. Me basta señalar que su proclividad a una causa lo llevó a trabajar en el Partido Acción Nacional, donde Juan Camilo Mouriño Terrazo lo aprendió a valorar y lo llamó para que lo apoyara en su campaña para la diputación local por el V Distrito.

Para El Chayo no había los desgastantes soles caniculares del estío de esa campaña. El repartía trípticos en cruceros vehiculares, en glorietas, casa por casa y todavía asistía a los mítines de su amigo y candidato panista que finalmente y contra todos los pronósticos ganó Juan Camilo y el PAN por vez primera en ese distrito electoral venciendo al cuñado de su hermano Carlos, el desaparecido Francisco Brown Gantús.

A partir de ese momento El Chayo encontró su verdadera convicción como operador de campañas, de imagen y logística que culminó con el triunfo de Carlos Ernesto Rosado Ruelas al Ayuntamiento de Campeche. Su lealtad no estaba a prueba porque había llegado al punto de rechazar una oferta económica en 2006 para vender una candidatura, cuando un “amigo” sirvió de mensajero.

Su trabajo solo se valoraba cuando se efectuaban campañas políticas. Ese es su mejor desempeño y así lo había venido realizando, pese a que había obtenido un trabajo en la administración pública municipal, que concluyó con la derrota del PAN.

La familia Mouriño Terrazo aprendió a valorar su lealtad y convicción y la “dama de hierro” del Grupo GES lo ha tenido siempre en estima, ya sea por la amistad y la deferencia con que el desaparecido ex secretario de gobernación lo tenía y porque siempre estaba en la vanguardia de las filas panistas.

Ayudó fuertemente en la última campaña panista a Jorge Luis Lavalle Maury, que le permitieron llegar al senado por la vía de la primera minoría. Hasta ahí las cosas le funcionaron a El Chayo, porque “Pashita” al inicio de su período como legislador de la Cámara Alta, todo se le daba bien. Buena prensa, medios nacionales favorables, espacios destacados, entrevistas en televisión y radio. Es decir, todo parecía que era producto del trabajo de sus “asesores”, pero la realidad es que todo lo motivaba su cercanía con Ernesto Cordero Arroyo, persona de toda la confianza del presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa.

La cruda realidad golpea al momento en que concluye el ciclo de 12 años del PAN y el equipo cae en crisis. Las guerras intestinas al interior del equipo de trabajo, en un bando los panistas de siempre que le fueron leales desde el principio y en el otro los oportunistas de siempre que se integraron a posteriori. El único que sufre es la cara pública y el proyecto político: Lavalle Maury.

Siempre la derrota o los errores son huérfanos o con culpables a veces inocentes. En este caso El chayo es uno de los mencionados como responsables de esa imagen fallida. Pero este joven no espera ser denostado y mucho menos señalado y opta con toda honestidad salirse del equipo de “Pashita” y el beneplácito de los “asesores”, que vieron en ello el campo libre para sus aviesos fines.

La de Juan Miguel Islas González no es la primera renuncia a ese equipo, pero si la más notoria y visible por tratarse de la cara amable de su equipo, la hija de otra panista de arraigo renunció a últimas fechas por el bloqueo del que era objeto en el círculo interior del Senador y de su brazo ejecutor: Brenda Ruiz Aguilar, quien ni es campechana ni conoce el entorno político de nuestro Estado, lo único que conoce es lo que le han querido vender los intereses creados alrededor de “Pashita”.

Lo de Islas González, conocido por sus amigos y gente que lo aprecia como “El Chayo”, no es más que un síntoma del entorno poco arraigado y alejado de Campeche, de sus costumbres y sus formas en el que está envuelto el Senador hoy en día, entre asesores, charlatanes y pseudosofistas que le han vendido la idea de ser expertos en Marketing Político, pero sin el mínimo respaldo teórico, académico o empírico.

Hoy el Senador está en medio de la crítica de correligionarios, medios y analistas por seguir estos consejos y ahora que no cuenta con el amparo del presupuesto presidencial, queda en evidencia la eficacia de tales “métodos y estrategias”. Si persiste en la contumacia va directo al precipicio y lo que es peor no llegará a ningún lado.

Sin menospreciar la cultura del Senador, es de suponer que con respecto a su concepto de “asesores iluminados”, no ha de pensar en los miembros de las sectas heréticas del Siglo XVIII, de las que surgió el iluminismo, sino que debe entenderse así la calificación de “asesores” con formación académica de excelencia y la suficiente capacidad para tomar decisiones.

En cualquier otro estado de la República el que un Senador tome acciones contra su propio equipo, sobre todo de gente que ha demostrado lealtad, puede como en este caso ocasionar una crisis política interna bastante seria, sobre todo que el legislador es presidente de la Comisión de Administración del Senado y sus acciones deben estar expuestas en casa de cristal.

Raúl Aarón Pozos Lanz debe estarse carcajeando de todo este asunto y feliz de que hayan acabado los días de vino y rosas de los que gozó “Pashita”. Sin duda esta suma de decisiones tomadas por el Senador lo hacen acreedor al Premio Estatal a la Tontería.


LAS MENTIRAS DE FEBO

Han sido tantos los golpes que Everardo Aceves Navarro, secretario de Desarrollo Rural del Estado ha recibido a lo largo de recientes semanas que incluso motivaron dejar en la banca a su “comunicador social” Sixto Cantún, asumiendo el cargo un fulano de apellido Marrufo que se ha prestado a tapar las corruptelas de esa dependencia que en vez de ver quien lo “ataca” debe de investigar las denuncias que a lo largo y ancho de la entidad se han recibido.

Pero volviendo sobre Harim Rodríguez de la Cruz hemos de señalar que este tipo llega de Linares, Nuevo León a la extinta SARH para prestar sus servicios en el programa agrícola. Claro que como todos ellos llegó con una mano adelante y otra atrás. Hoy esta persona es un próspero ganadero y agricultor con un “ranchito” aledaño al ejido Ruiz Cortines, municipio de Campeche con sistema de riego, mecanizados, maquinaria y ganado bovino cuando que toda su vida había sido empleado ---primero federal---, y ahora estatal.

Fue jefe del Distrito de la SARH en Campeche y Escárcega, de donde lo corrieron por pedir dinero y ganado, a los beneficiarios de los programas de vaquillas ---te autorizo 12 y me das dos---, y así fue poblando el “ranchito”. Llegó a la SDR llorando que los panistas lo habían corrido por ser priista en los tiempos de Jorge Gracia, donde llegó a tener el cargo de director municipal de Calkiní y luego de Hopelchén. Es compadre de Febo y del inefable José Luis Plascencia donde fueron compañeros en la SARH.

Al llegar Febo a la SDR se dedican él y Plascencia a ubicar y cesar a la gente que les podía estorbar y que ambicionaban su puesto o lo querían para incondicionales del Colegio de Postgraduados (COLPOS). Así logran que Aceves Navarro lo nombre coordinador de direcciones municipales, pero a los tres meses William Roberto Sarmiento Urbina, secretario de Gobierno corre a Plascencia y a el lo regresa a la dirección de Hopelchén, ante la avalancha de quejas de corrupción.

De esta manera llegan Humberto Cahuich Jesús a la secretaría técnica y Julio Sansores a la coordinación como candados a Febo. Al irse Cahuich a una diputación, Febo aplica sus artes e impone al tal Harim, Por cierto su compadre, como secretario técnico para manejar a gusto la “caja chica”, apoyos directos, combustibles y lubricantes, control del ejercicio del gasto, etc. 

He aquí que comienzan de nuevo las quejas de productores y empleados tal y como menciono en mi último blog de la semana pasada. De alguna manera a Febo se le ha hecho fácil mentirle al gobernador, por ello la llegada de Jorge Salomón Azar García, a cargo de la coordinación de programas productivos del agro, ha sumido en la incertidumbre y el nerviosismo a Febo, porque se le van a descubrir a corto plazo sus mentiras y pillerías, aunque él ha señalado a sus incondicionales que el titular del Ejecutivo estatal le cree a pie juntillas todo lo que cacarea en la prensa con los tamaulipecos a través de su vocero, pero es el caso de que Sixto está calentando la fría banca y lo que envíe a ese medio va a tener problemas.

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