CAMPECHE EN EL OLVIDO
Se han cumplido 72 días de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. El nuevo
presidente priista aquel que nos dijo una tarde: “lo que prometo, lo firmo y lo
cumplo”. Nuestros conciudadanos campechanos aplaudieron a rabiar con “la carta
de los reyes magos” que el mexiquense nos ofrecía. Nadie puso en tela de juicio
esa palabra y pasaron los días y con ellos el proceso electoral que distó mucho
de ser limpio y democrático, pero al fin decíamos en voz alta: “este si nos va
a cumplir porque Campeche ha sido siempre un bastión priista.
Apenas unos días luego de tomar posesión comenzó EPN su periplo para decirles a
algunos estados que volvía para comenzar a realizar los compromisos adquiridos
de verbo. Y muchos les han creído. Pero es el caso de que a Campeche ni
siquiera volvió a respirar la saludable brisa marina, como le dijo a un
político de patio que lo acompañó algunos momentos en esa tarde.
Pero a nuestros vecinos yucatecos los puso alegres como castañuelas con
aquello del tren peninsular. Esto debió de dar una llamada de atención a
quienes a ultranza son rojos y van por su sexenio. Quiérase o no, a Campeche
solo nos queda que el mexiquense recuerde algún día lo que aquí firmó para
impulsar nuestro desarrollo y mejorar la calidad de vida de los campechanos.
Y parezco disco rayado pero es la verdad. Los compromisos ante Notario
Público ya se ve que no tienen efectos vinculatorios. Igual puede cumplirlos o
no. Lo que olvida el Presidente de la República es que su palabra si tiene efectos
éticos, sociales y políticos. Y si no al tiempo.
Quienes pensaban que el famoso tren peninsular iba a ser transpeninsular
se quedaron con un palmo de narices cuando hace unas semanas atrás, Enrique Peña
Nieto visitó Yucatán y les dio a conocer que el proyecto de este
tren si se haría. La semana ante pasada Gerardo Ruiz Esparza, secretario de la SCT confirmó
que los estudios se harían este año, el tren sería de un recorrido de Mérida,
Yuc., a Punta Venado, Quintana Roo y que era probable que a fines de 2014 se
diera el banderazo de salida de esa obra monumental.
Campeche, bien gracias. Ni siquiera en segunda o tercera etapa, pese a
que tenemos la infraestructura ferroviaria desde hace más de 100 años.
Marginación y desprecio es lo menos que nos han hecho a los campechanos por el
nuevo gobierno del PRI. ¿Sabe cuantos campechanos están en el gabinete?
Ninguno. Y en cargos menores hay tres o cuatro que ni pintan ni dan color.
No soy terco ni aguafiestas, sobre todo porque la Federación tiene una
deuda impagable con Campeche. Una deuda que desde hace 30 años la entidad ha
sostenido con el petróleo que contaminó nuestro mar, el avance de una economía
nacional que desde entonces se petrolizó. La Ley de Coordinación Fiscal, de
tanto decirla ya se volvió canción.
Hace unos días en el periódico nacional “Reforma”, apareció un artículo
de Carlos
Elizondo Mayer-Serra, quien calificó la inversión pública en el tren
Mérida-Quintana Roo de absurda, aunque el Congreso federal la haya aprobado.
El escritor opina que el proyecto se hizo “al vapor”. “Fue un compromiso
de campaña de EPN
(adoptada por los pendientes sin ejecutar de Ivonne Ortega Pacheco). Sin
embargo señala que México quiere políticos que cumplan, pero que el gasto
público se debe priorizar en función de maximizar su beneficio esperado.
Elizondo Meyer-Serra enfatiza que en el sexenio anterior
se hizo un plan ferroviario, pero que no incluía ese tren. El proyecto se hizo
“al vapor”. Pero fue compromiso de campaña de EPN, para salvar en algo el
prestigio de su amiga Ortega Pacheco.
Mérida, Yuc., es la doceava ciudad más poblada con 973 mil habitantes, y
Cancún (en realidad sería Punta Venado, es aún más pequeña que el balneario del
Caribe mexicano, la número 25, con 677 mil habitantes.
Detonaría algo de crecimiento ---continúa analizando Elizondo
Mayer-Serra---, pero haría mucho más sentido un tren de Querétaro,
la población número 10 con más de un millón de habitantes, a Guadalajara,
segunda ciudad más poblada de México con más de cuatro millones de habitantes.
Doña Ivonne
primero ofreció al tomar posesión como gobernadora ¡un tren bala! Después un
tren rápido, luego un tren ligero y por último acabó en mixto y si no les dejó
uno como el que hizo Miguel Angel Sulub Caamal, en su “Estación Mágica”
fue porque estaba más interesada en su primer embarazo.
Ni esa ni ninguna obra de esa naturaleza será detonante. ¿A cuántos
sectores llegarán en forma permanente sus beneficios, no solo durante su
construcción? ¿hay suficientes usuarios para no terminar coleccionando otro
subsidio que merma la pronta atención a otros esfuerzos y planes?
Finaliza el escritor diciendo que no se trata de gastar por gastar; sino
de gastarlo bien y en beneficio de todos. Tampoco se trata de centrar publicitariamente
todo en la construcción, compra y
operación de las obras y servicios, sino de ver más allá del prólogo y
comprobar su rentabilidad, consecuencias y perspectivas.
No vaya a ser que una locuaz promoción de campaña de hace seis años y la
docilidad oficialista sean motivo para que luego nos cierren las puertas a
proyectos realmente valiosos y sustentables.
Y si eso sucede con esa promesa de campaña de Peña Nieto para Yucatán, que nos
espera a Campeche con la modernización de los sistemas de agua potable, drenaje
y alcantarillado de la ciudad de San Francisco de Campeche, obras que nunca
ningún gobernador ni presidente de la República nos ha prometido. Tenemos más
de 100 años de atraso. Diez décadas de recibir agua media clorada y entubada ---tomando
un caldo de microbios con todas sus consecuencias para la salud---, ahí no hay
parches para el problema. Se hace o no se hace.
Campeche navega entre detritus que por siglos han contaminado lo que
centurias atrás fue una hermosa bahía; que se inunda al primer aguacero
destrozando lo que encuentren a su paso las corrientes que tributan desde el
Valle de Edzná y de los cerros que rodean la ciudad, además del patrimonio de
millares de campechanos de escasos recursos y que el gobierno estatal está
imposibilitado a retribuir esas pérdidas.
Apenas días atrás el gobernador Fernando Ortega Bernés, volvió a insistir en
la falta de compromiso del gobierno federal para con Campeche. Y como siempre
sus palabras pasaron desapercibidas por quien debía de “parar el oído”.
Sobre todo que el mismo EPN recalcó aquella tarde de las promesas que
“Hoy es tiempo de tener respeto a Campeche”, dijo. “Me comprometo a que el
Gobierno de la República que quiero encabezar (dará) a Campeche una mayor atención
que corresponda a toda la riqueza que desde Campeche se genera para el país”.
Pero estas son las fechas que el titular del Ejecutivo federal no ha
dicho esta boca es mía. Y es cierto, es una falta de respeto a una entidad
federativa, que su gobernador, once alcaldes,
nueve legisladores federales y 35 diputados locales anden mendigando,
golpeando puertas año tras año, “jochobeando” limosnas de partidas para obras
indispensables. ¿Ir por nuestro desarrollo? Ni lo sueñen con ese tipo de
autoridades.
PARTICIPACIONES MAS
JUSTAS
Los últimos cuatro gobiernos estatales han venido manoseando
periódicamente la necesidad de que a Campeche le otorgue la federación participaciones
más justas, los secretarios de Finanzas se la han pasado campechanamente
señalando la cantaleta aquella del 80-20. Se escudan en tecnicismos cada que
presentan sus presupuestos de egresos y sus respectivas leyes de ingresos.
Finalmente, todo sigue igual.
Candidatos a la presidencia vienen en campañas, llegan a Los Pinos y se
van. Todo para Campeche prosigue en una lenta agonía para su desarrollo.
Extraña sin embargo que por ejemplo el actual tesorero estatal en hábil juego
de palabras le dora “el ojo al macho” y finalmente nada aclara. Ya sea porque
su jefe no quiere que se profundice; ya sea porque la demanda permee hacia
todos los estratos; ya sea porque tienen miedo de que lo poco que nos dan se
reduzca. Pero con miedo no se puede vivir.
Recordamos las promesas de Ernesto Zedillo Ponce de León, lanzadas aquella
tarde de su campaña para la presidencia en la Plaza de la República, cuando
prometió: “que si el voto del pueblo me lleva a ganar, Campeche recibirá su
apoyo para una justicia fiscal que se le ha venido negando”.
Por cierto que esa tarde algunos analizamos que fue el principio del fin
de la hija de Carlos
Sansores Pérez “El negro”, en el PRI, porque al terminar el acto político y a bordo del autobús que se
encontraba estacionado frente a la explanada se suscitó un hecho. Resulta que Zedillo y
su esposa Nilda
Patricia tomaron asiento en la primera fila (aquella en ventanilla)
y luego de subir los acompañantes, incluido el gobernador del Estado, también
ingresó Layda
Elena, quien había lucido un sombrero blanco de anchas alas, mismo
que sin aviso previo y de pie en el pasillo se lo quitó y acomodó en la cabeza
a la que sería la primera dama del país, no sin antes casi embarrarle las bubis
en la cabeza a don Ernesto. La hoy Morenista con gran carcajada
avanzó por el pasillo y tomó su lugar.
Pero ni tarda ni perezosa la ex primera dama que consumía la misma
cantidad de alcohol que Felipe Calderón, se quitó el sombrero y lo
aventó al suelo, exclamando a su marido “no se lo voy a perdonar a esta tipa”.
Poco tiempo después y antes del proceso electoral para el gobierno de Campeche,
su candidatura para este cargo ---pese a la fuerte influencia de su padre---,
le fue negada y otorgada a José Antonio González Curi. Ella por su parte
abanderó al PRD y ganó un proceso electoral que con las mañas de siempre le fue
arrebatado.
Zedillo Ponce de León, nos hizo lo mismo que Miguel de la
Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari:
cero justicia fiscal y menos aún al injusto Sistema Nacional de Coordinación
Fiscal.
Pero si pensábamos que el priismo nos olvidó, al llegar el tiempo de
campaña para otro proceso electoral, recibimos en el mismo sitio (Plaza de la
República) a Vicente
Fox Quezada, quien afirmó: “encabezar una revolución educativa en el
país que permita educación gratuita en todo los niveles y duplicar el
presupuesto destinado a ese renglón. Incrementar del 20 al 45 por ciento el
monto de las participaciones federales a los estados y municipios; obligar a
Pemex y a otras paraestatales a que paguen impuesto predial a los ayuntamientos
y otorgar
participaciones más justas a Campeche por la extracción de hidrocarburos”.
Además ofreció: “que se avanzará “agresivamente” hacia un federalismo
para modificar la Ley de Coordinación Fiscal, donde el gobierno federal
controla el 80 por ciento de los recursos y solo regresa a los estados y
municipios el 20 por ciento. La nueva composición permitirá variar la
distribución e incrementar los apoyos a un 45 o 55 por ciento”.
Entre otros conceptos dijo que: “México debe dejar de ser un país de
maquiladoras, para empezar a preparar personal más capacitado”. Estas palabras
taladraron el belicoso cerebro del libanés González Curi, quién en uno de sus exabruptos
de costumbre externó en un acto en Hecelchakán “que si Fox gana los sacará a patadas
del Estado”. Y a quienes nos patearon el trasero fue a los campechanos que
vimos reducir todavía más los pocos recursos que se daban en materia petrolera.
Es más, parte de esa venganza le alcanzó al títere de los hermanitos González Curi,
a quien incluso Fox vetó un acuerdo de la Cámara de Diputados
para otorgarnos 600 millones de pesos. Pero esta es otra historia.
La filosofía de la Política Fiscal de México, se origina desde el
momento en que nacieron a la vida independiente y se adopta el federalismo como
sistema de organización política y económica. Este sistema a su vez, se integra
cuando los Estados soberanos, en un acto de voluntad y en el ejercicio de su
soberanía, ceden parte de su poder originario para formar un todo llamado
federación, tomando en consideración que para su coexistencia y desarrollo
deben establecerse relaciones en todas sus actividades, especialmente en las
tributarias.
Hasta ahora los intentos de esta reforma en esta materia han naufragado
en los fragorosos debates parlamentarios, en que tanto cuentan los méritos de
las propuestas como su circunstancia política y electoral. El calor del combate
legislativo dificulta y aun impide la discusión de fondo; y propicia, porque
sus resoluciones están sujetas a plazo fijo, la improvisación, por lo que las
enmiendas de última hora suelen quedar contrahechas.
De nada sirvió la famosa Conago (Conferencia Nacional de Gobernadores),
un agrupamiento de gobernadores, que suscitó la natural desconfianza en la
autoridad federal, al punto de que los Ejecutivos estatales que militaban en el
PAN demoraron en incorporarse a la Conago, surgida como asociación de los
perredistas, que luego creció en los procedentes del PRI. De esas reticencias y
aún desdén expresados por los dos presidentes de la República panistas a los
gobernadores reunidos, que poco o nada han arreglado a la hora de una reforma
de fondo a la Ley de Coordinación Fiscal.
El asunto es habilidosamente favorable a la federación y no se logrará
que ésta suelte los recursos que en el caso de Campeche nos son lastrantes de
nuestro desarrollo.
Lo más que se ha logrado en materia de participaciones, es continuar
pagándole a estados y municipios, pero ya no sobre esta o aquella contribución,
sino sobre recaudación federal total, de ahí, que hoy todos los impuestos de la
Federación ---y eso lo sabe bien Tirso Agustín---, son participables, incluso
los derechos de extracción de petróleo y de minería que, habiendo sido
impuestos, se pasaron por una “reforma” legal a la cxategoría de derechos. Así,
se aprobó en 1978, junto con la ley del IVA, la Ley de Coordinación Fiscal y
ambas entraron en vigor a partir de 1980.
Mañosamente nos tienen a los campechanos contra la pared ya que el
Sistema Nacional de Coordinación Fiscal establece en la Ley que los estados que
lo deseen podrán convenir con la federación en recibir participaciones a cambio
de respetar las limitaciones a su poder tributario, establecidos en las leyes
federales o en los convenios.
El federalismo fiscal que la sociedad demanda debe
basarse no solo en la corresponsabilidad del ejercicio del gasto entre los
diferentes órdenes de gobierno sino también, y de manera crucial en el esfuerzo
compartido en la recaudación tributaria y en las afectaciones en que la
sobreexplotación petrolera han causado a Campeche, en especial al municipio de
El Carmen.
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