sábado, 10 de enero de 2015


NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS…

Buscar el poder por el poder mismo, vivir seis años mandando sin definiciones y trascendencia es parangonar a D. Miguel de Cervantes y Saavedra en su inmortal Quijote, quien decía en uno de sus pasajes que “es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado”.

Pero grave y preocupante es observar los cambios que asume la personalidad de un gobernador, de humilde y condescendiente, a prepotente y deshumanizado; aunque es difícil sustraerse a los mareos del poder.

Decía Claudiano en In Entropium que “ningún hombre hay de condición tan áspera como aquel que de humildes principios, llega a verse encumbrado.

Llegó el tiempo y la parturienta ya no puede ni caminar, el producto llego a su fin y nadie en su sano juicio espera que la fuente se rompa luego de los tiempos en que siempre el partido vaticine. Esto no aguanta más allá de la primera quincena del año nuevo.

Esta sucesión como las que hemos comentado en ya 30 largos años es igual a la que han hecho múltiples compañeros periodistas y escritores, pero ninguno, óigase bien, ninguno hemos descrito con documentos la labor desarrollada en cada sexenio, con claridad meridiana de si hubo o no avances y progreso en Campeche bajo la administración de cada uno de los gobernantes desde hace más de 50 años.

Nadie ha demostrado y enseñado las mentiras maquilladas de verdades, cambiar de nombre  a calles y avenidas, escuelas y múltiples obras públicas, derribar monumentos y levantarlos en otro sitio, llevarse estatuas de próceres y acomodarlas en otro lugar y olvidar que la historia da a cada quien su sitio. Tampoco se vale saludar con sombrero ajeno cuando las obras son hechas por la Federación y los recursos capulinamente se sustraen en labor de mago en la figura del responsable de la obra pública. 

Y esto seguirá así porque en el Congreso de la Unión se lleva ya dos años con una “iniciativa” para garantizar la transparencia y rendición de cuentas, pero es hora de que no ha sido aprobada porque las fuerzas políticas, y sobre todo el PRI, intentan dejar resquicios convenientes para mantener el estado de la cuestión.

¿De dónde han salido los gobernadores campechanos durante los últimos 30 años?

En teoría pudieron salir de cualquier parte. ¡Vaya! Hasta “Rompepita lo hicieron un día candidato a la gubernatura. Bastaba que un ciudadano cualquiera cumpliera con los requisitos legales de elegibilidad para que pudiera aspirar legítimamente a ocupar el principal cargo político de Campeche. En los hechos la cosa es diferente.

No podemos sustraernos a que existe una clase política que en estas últimas tres décadas ha presionado en los diversos ámbitos del sistema, fundamentalmente legisladores federales y alcaldes. Fuera de esa élite, es bastante improbable que un ciudadano común y corriente se lance en forma independiente, aún cuando hoy la ley lo permite.

Es en estos últimos 30 años y salvo 12 de dominación panista ---que no tuvo injerencia en el sexenio 1997-2003---, que los gobernadores han sido señalados por el dedo omnipotente del presidente de la República.

Designar candidatos a los gobiernos estatales y “palomear” las listas de posibles legisladores constituía una de las facultades metaconstitucionales del Jefe del Ejecutivo Federal.

El desaparecido campechano constitucionalista Dr. Jorge Carpizo MacGregor señala en su estudio sobre el presidencialismo mexicano: “El hecho de ser el jefe real del PRI, otorga al Ejecutivo federal una serie de facultades situadas más allá del marco constitucional, como son la designación de su sucesor, el nombramiento de los gobernadores, los senadores, la mayoría de los diputados federales, de los principales presidentes municipales, en el caso de Campeche por supuesto que los alcaldes de la capital del Estado y El Carmen, etc.”

Ese “dedazo” beneficia solo a los amigos del presidente, o a los amigos de los amigos del presidente, de preferencia ya insertos en la élite, sean tecnócratas o políticos. Ser militante del partido de Estado no representaba entonces un requisito indispensable, porque casos se dieron, y muchos, en que los favorecidos, no sabían ni dónde quedaban las oficinas del PRI, y su “larga militancia” se prefabrica en lo que se lo estamos contando. Todos, absolutamente todos los presidentes del CDE del PRI lo han hecho en un dos por tres.

El PRI es un partido con poca memoria, pero mucha imaginación. Vocación de servicio, militancia efectiva, arraigo, conocimiento de los problemas de Campeche, etc., eran meramente aleatorias y si el beneficiario del “dedazo” carecía de alguna de ellas, o de todas en su conjunto, se les inventaban  sin el menor recato.

La selección de candidatos en el partido oficial, era un proceso en el que todos opinan pero solo uno elige. La elección  constitucional se convierte entonces en un simple formulismo para legitimar una elección ya hecha. Digamos, la parte ornamental de las reglas del juego.

Entre 1939 al 2014 ha habido en Campeche 14 gobernadores ¿de dónde salieron? Ocho eran legisladores, tres empleados del gobierno federal, uno empleado del gobierno del Estado y dos alcaldes de San Francisco de Campeche. O sea que estadísticamente, las cámaras federales han sido el tradicional almácigo de los gobernadores campechanos. Se supone que la experiencia legislativa y las relaciones políticas que ahí se hacen, aportan madurez, experiencia y oportunidad.

Una premisa indefectible es que todos los gobernadores han sido producto del “dedazo”, disfrazado de múltiples formas, desde aquel famoso sobre lacrado del Adolfo el viejo, hasta los llamados “candidatos de unidad”.

Del “dedazo” viene la cargada y el proceso electoral: una forma ya no tan moderna de legitimar una imposición. El ritual del “destape”, las campañas políticas, la llegada de hombres nuevos, eran factores que en cierto modo actuaban como elementos catalizadores del hartazgo y la desconfianza hacia el poder político.

El candidato llega, hace campaña, ofrece, renueva las expectativas de una población cada vez más incrédula. El candidato es promesa de soluciones eficaces a reclamos ancestrales, alternativa de cambio de que las cosas mejoren ---que nunca se cumple---, de que éste “sea mejor que el que se va”. El dilema entonces parece ser  ilusionarse con lo mejor y conformarse con lo peor. Pero como señala Gabriel Zaid: “Si  las autoridades salen buenas, hay que dar gracias a Dios. Si no, resignarse a cargar con los daños”.

En estos momentos todos son militantes priistas que esperan “el dedazo” pero no se han puesto a pensar que éste rompe “la unidad partidista”. En efecto el proceso para seleccionar al sucesor de Fernando Eutimio Ortega Bernés, puede provocar una seria escisión en la clase política local, unos apoyando al diputado federal Rafael Alejando Moreno Cárdenas y otros al senador Raúl Aaron Pozos Lanz, a la alcaldesa Ana Martha Escalante Castillo, al zar antisecuestros Renato Sales Heredia o a la directora del INAPAM Aracelly Escalante Jasso. Es decir dos legisladores federales, dos empleados federales y una alcaldesa.

No hay fecha pero de acuerdo con documentos electorales el ritual del destape puede tener lugar el próximo martes 13 de enero, con el “destape” y la “cargada”. Esa llegada del hombre nuevo hay casi la certeza de que será varón el producto y que catalizará hacia el PRI lo que para entonces quede de desconfianza y hartazgo.

La última sucesión inédita la tuvimos cuando el presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, quería a como diera lugar dar el “dedazo” a favor de aquel Carlos Sales Gutiérrez, el rumor le llegó ipso facto al zoon politikon Carlos Sansores Pérez “El negro”, quien veía como se le escapaba como agua entre las manos la posibilidad a su hija Layda Elena Sansores San Román ni tardo ni perezoso entabló comunicación con la élite del PRD en la figura de su amigo Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien rápidamente consultó con el CEN perredista y aceptaron nombrar como su candidata a la polémica política campechana.

Este movimiento que fue en fast track dejó chiflando en la loma a Sales Gutiérrez y a sus seguidores como los parientes de Sales,  Carlos Cornelio Cárdenas Montero, Manuel Enrique Pino Castilla, Ramón Rodríguez Magaña, Humberto Heredia, Edilberto Buenfil Montalvo, Ricardo Castro, José Chavarría Trejo, Víctor Manuel Méndez Lanz y un rebaño de ovejas descarriadas quienes se azotaron las cabezas al ver su oportunidad perdida. Y esto fue así porque se pensaba que tenía que ponérsele a la polémica Layda un opositor que fuera del patio.

El verdadero vencedor de ese proceso fue el alcalde de San Francisco de Campeche, José Antonio González Curi, a quien le vendieron a Zedillo que era la única opción válida para ganarle un proceso en la elección para gobernador a Sansores San Román. Con mohines de disgusto pero el presidente aceptó y la maquinaria bien aceitada del tricolor se movió para investir al “Tapir” como su candidato. Lo demás ya lo he contado en esta columna. Efectivamente, Layda ganó el proceso en un fraude monumental de dinero y de compra de voluntades del TRIFE y líderes hasta de partidos de oposición. Nunca se le reconoció su triunfo y de esa forma llegaban los González Curi al poder que hasta la fecha no han soltado con mil argucias y manejando como marionetas a sus sucesores.

Se le pide al candidato que tal y como hizo Héctor Pérez Martínez “Toto”, se quite de encima el ya prolongado cacicazgo del par de hermanitos, que como todo cacicazgo obstruye los procesos de cambio y la vida política y económica del Estado. Esperemos que los campechanos razonen su voto pues estamos hartos de cacicazgos y cotos de poder, que han caracterizado un ya largo período de impunidad y sumido al Estado en el atraso y desarrollo, pese a los enormes recursos recibidos que ante la corrupción han desaparecido con la aprobación de Congresos veniales.

Luego de la tradicional tregua navideña, los grupos políticos están desbocados, especialmente los grupos de los dos legisladores federales. Hay quienes ven en esta sucesión el momento de la revancha. Están de moda las guerritas de papel y los encontronazos en las redes sociales con un bipolarismo que envuelve a sus simpatizantes. Libelos anónimos descalificadores, mientras esperan el “dedazo” presidencial que inevitablemente resolverá el caso Campeche.


GOBERNADOR NO PONE GOBERNADOR

Es una ley no escrita que el Ejecutivo saliente tiene derecho a opinar y circunstancialmente, a vetar. Desde luego, el valor de su opinión y la contundencia del veto, dependen de la fuerza que en este momento tenga ante tres personas: El Presidente de la República, el secretario de Gobernación y el secretario de Hacienda y Crédito Público, porque el presidente y la secretaria general del CEN del PRI no tendrán vela en este entierro, solo serán voceros en su momento.

El azar, la suerte, el destino de aquellos que se sacan la lotería sexenal sin comprar billete, no se dará en esta sucesión. Los precandidatos están muy claros. Y en el caso del veto del gobernador hacia su compadre se ve difícil por las consecuencias que la salida de este candidato tendría para el PRI, porque aunque sabemos que Layda no tiene ya a papá a su lado para tirar recursos como piñatas en casa de ricos; que Andrés Manuel López Obrador, no se caracteriza por gastar los recursos de su partido a favor de nadie que no sea él y que la enorme fortuna de El negro” quedó tan dividida que no está para procesos electorales; sin embargo en una contienda todo puede suceder y la morenista tiene las uñas bien afiladas y la lengua bastante larga.

Luego dinero no habrá para comprar conciencias y los bonos de la senadora han caído pese a las mentadas de madre al régimen. Aquella Layda de 1997 quedó en el siglo pasado. Aunque sigue conservando cierta popularidad en las encuestas, esto no le daría la cantidad de votos necesarios para ganar sin llegar a los terrenos del tribunal electoral. Solamente se evitaría esto con un candidato popular y este existe puesto que ha hecho campaña los últimos seis años.

Como cada seis años, ---excepción hecha cuando los hermanitos libaneses ejercieron el “dedazo” en la figura de Jorge Carlos Hurtado Valdez---, iniciamos este 2015 con mucha incertidumbre. Economía en los suelos, problemas sociales como los de Tlatlaya y Ayotzinapa, estado fallidos como Michoacán, Guerrero y Oaxaca y corrupción como la Casa Blanca y la de Malinalco. Entonces y por si no bastara tenemos a punto de iniciar dos mil 179 candidatos de diez partidos políticos disputándose nueve gubernaturas, 500 diputaciones federales ---entre ellas 200 plurinominales--- y alcaldías, diputaciones locales y otros cargos menores en ayuntamientos.

Todo será posible si se aprovecha esta gran oportunidad para avanzar en las transformación institucional, limitando a los gobernadores, independizando la justicia y acotando la enorme corrupción.

Al momento de garrapatear el primer Jaque Mate de 2015 me entero de que los priistas ya se lanzaron a las candidaturas del I y II Distrito Electoral. Miguel Angel Sulub Caamal el de la “Gestación Mágica” ---está a punto de hacerlo---, y María Dinorah Hurtado Sansores, ya están al parecer palomeados. Hay incertidumbre en el viejo cuartel Pedro Baranda, aunque responden que la alcaldesa todavía respira y en última instancia iría por un buen sitio en las listas plurinominales.

Esperemos que antes de nuestro siguiente número ya tengamos precandidato. Será lo mejor para evitar seguir desgastándonos en una lucha sin frentes. Esperamos que el puntero en esta ocasión no le pase lo que a mi padrino Pedro “Perucho” Guerrero Martínez, quien pasó más tiempo de su vida buscando sin encontrar la gubernatura de Campeche. Caso que se iguala al del compadre y compañero de mi padre en la Escuela de Jurisprudencia del Instituto Campechano, Víctor Carlos Pérez Cámara, que cuando menos le tocó un interinato de seis meses. Ambos, en distintas épocas y circunstancias, se quedaron en la orilla, en la mismísima orilla. Es el destino. La política mexicana, como los milagros, no admite teorías.

Feliz Año Nuevo a mis estimados lectores que este 2015 sea de salud para todos ellos y sus respetables familias. Un respeto profundo para aquellos que se nos adelantaron en el camino.

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