…Y SEGUIMOS IGUAL
El germen de la catástrofe es, en México, una corona de espinas.
Punzante como cada episodio de su historia, dolorosa y desgarradora sobre piel
hollada por los tantos, frecuentes desencuentros generacionales, que perfilan
el carácter colectivo entre los amores entrañables y los rencores exaltados
cuando llega la hora de las decepciones. Y no es que el campechano se resigne
sino más bien acumula, día con día, un sinfín de tormentas interiores. Porque
es imperativo vivir, o sobrevivir, si se quiere más preciso.
¿No que se iba a acabar el mundo? La tierra sigue girando. Una
alineación de los planetas presentó un espectáculo en la psique celestial. Las
deudas de la vida comienzan a cobrarse cuando los finales del diario acontecer
se acercan.
Todos los días se acaba el mundo en forma individual cuando cerramos los
ojos y nos acostamos por las noches y al despertar, un nuevo amanecer nos
obliga a dejar el féretro (cama, catre, hamaca, petate o el vil suelo) y
enfrentamos la batalla del diario vivir, dejando atrás los sueños hermosos y
también las pesadillas, para enfrentarnos al espejo de la realidad.
Videntes, esotéricos y mercadólogos “interpretaron” como la canción de
Paul Anka “A mi manera”, el final de una era, el Baktún Maya.
Pero nada, todo sigue ---desgraciadamente por las injusticias--- igual.
Cambio de un partido azul a uno tricolor en Los Pinos; desasosiegos en la
esfera social; amistades que se acaban; nuevas amistades; corrupción impetuosa
y sin freno; el bien común al baúl de los recuerdos y miles de etcéteras.
El miedo vence y convence. El comercio no desaprovecha nada. El
utilitarismo en la cresta de la ola. Ya hasta se venden camisetas con la leyenda: “Sobreviví al 21 de
diciembre de 2012”.
Hoteles llenos en todo el Mundo Maya con paquetes todo incluido. Áreas
de cultura y turismo a las que se les fue la oportunidad de vender y enseñar lo
que en Campeche tenemos y que ha motivado hacia sus titulares las mentadas de
madres respectivas en especial de hoteleros y restauranteros. No hay que
preocuparse mucho, una nueva ocasión vendrá dentro de cinco mil 125 años.
Mientras a Yucatán adonde millares de personas se fueron, entre otras
cosas por aquello de que “si es verdad lo del fin del mundo, me voy a
Yucatán, porque ahí cada cabeza es un
mundo”.
Lo mejor han sido las despedidas amorosas entre jóvenes: “Demuéstrame tu
amor siendo mía antes de que se acabe el mundo” ¡huácala! El reencuentro no se
dará porque el galán luego de las fiestas de fin de año se ira del Estado a
estudiar y no volverá ni en vacaciones, esperando que el milagrito no vaya
convertirse en realidad dentro de nueve meses.
Siempre acaba todo, como también siempre hay un comienzo.
Lo que es muy cierto es que en esta ocasión no solo los mexicanos sino
todo el mundo estuvieron pendientes de lo que podía acontecer. Fenómenos
psicosociales que es parte del pensamiento occidental, aunque también en China
hubo cierto temor.
La cuenta larga de nuestros mayas de ninguna manera fue una profecía.
Los mayas no eran profetas esos los señala La Biblia con Isaías, Jeremías,
Ezequiel y Daniel. Nuestros ancestros y dueños de estas tierras basaron su
existencia en la observación astronómica y de la naturaleza, siguiendo el rumbo
de los planetas y las estrellas, anotando e interpretando los signos y
consignándolos en sus templos y edificaciones.
La esencia del conocimiento maya estaba en el tiempo. Nada desaparece ni
tampoco permanece eternamente para ellos. Los katunes eran predicciones sobre
cuando y en que circunstancias un suceso determinado podría repetirse. El sincretismo como lo llama la Premio Nobel
Rigoberta Menchú Tum, fue la conquista, la colonia, tiempo que interrumpió su
forma de pensar.
Ya no hubo y no hay astrónomos-sacerdotes que registren el movimiento de
los astros ni tampoco quienes anoten las sequías, las plagas y, en general, el
comportamiento de la naturaleza, tan importante para una sociedad que dependía
de la milpa y para su subsistencia.
Para quienes llegaron de España, para los conquistadores, hace más de
500 años, el pensamiento es lineal, lo que significa que los acontecimientos
quedan en el pasado, una vez que
suceden; no hay ciclos, sino etapas, que una vez concluidas dejarán de formar
parte del futuro.
Nuestros mayas de hoy en día cada vez en menor número dependen de la
agricultura. Las prácticas tradicionales de tumba-roza-quema se han modificado
por “temporal” o mecanizado, por las nuevas condiciones ambientales y
económicas que soporta la población campesina, cada vez más marginada por los
gobiernos federales. Hoy día a día, son menos los mayas que cultivan la tierra
bajo los métodos tradicionales.
Los descendientes directos de esa gran cultura maya emigran a las
grandes ciudades y se alejan cada vez más de sus raíces. La pobreza es su
condición sine qua non. Se han alejado
del pensamiento cíclico para entender al mundo.
Marginación y rezago son el estilo de vida de “los dueños de estas
tierras”. Es una forma de genocidio cultural por omisión, ya que no se hace
nada para entenderlos y preservar sus costumbres y su gran legado milenario.
Cuando visitan las ciudades y lucen su ropa tradicional son objeto de
discriminación y de abuso. Lo que los mayas buscan es justicia social.
Pero recapitulando, los mayas no son los que armaron este relajito del
fin del mundo. Ellos no establecieron ni nadie lo podrá establecer (La NASA
dice que nuestro final estará dentro de cuatro mil millones de años cuando
nuestra galaxia choque contra otra en un big bang) el fin de este planeta
tierra.
Solo hicieron una predicción larga, un ciclo largo para luego de él,
pasar a una nueva cuenta del paso del tiempo. Los eventos conmemorativos
terminan dentro de ocho días, pero la miseria, la pobreza, la discriminación de
que han sido objeto los descendientes de esa gran cultura maya no terminarán.
Es aquí donde se hace necesario y urgente por parte de los gobiernos
federal, estatales y municipales de todo el Mundo Maya mexicano, revisar las
políticas públicas para darle cabida a nuestros campesinos mayas. Mejores
condiciones de igualdad; créditos para abrir y mejorar sus cultivos; escuelas
donde se les enseñe en lengua maya; hospitales con médicos de raza maya, sin
olvidar su medicina ancestral basada en las plantas; no regalarles zapatitos
sino sandalias mayas; no mochilitas sino los conocidos para ellos sabucanes de
henequén. Así se podrá hacer un intento de preservar sus ancestrales
costumbres. Ellos no buscan incorporarse a la modernidad su principio y su fin
está en su idiosincrasia.
Nuevos objetivos, programas, metas y presupuesto suficiente sin corrupción
es la mejor forma de hacer a esa raza maya partícipes de este México. No basta
celebrar de dientes para afuera la grandeza de esa cultura, pero limitarnos al
pasado y cerrarles la puerta del presente y dejarlos con sus rezagos e
injusticias.
El periodista, escritor, ensayista y uno de los grandes y últimos
bohemios de México, Renato Leduc definió con maestría inmejorable lo que hoy
vivimos con el inicio de una nueva cuenta larga de los mayas, “Sabia virtud de
conocer el tiempo”.
Decía Leduc “quienes ya no pueden pecar, solo aconsejan no pecar”;
“Saber amar a tiempo y desatarse a tiempo”; “Amor de otros tiempos cuánto añoro,
la dicha inicua de perder el tiempo…”
Ese conocimiento del tiempo que nos acompaña para darnos cuenta cuán
importante es. Que en la niñez está nada más ahí para aprender y jugar. Que en
la juventud pasa tan rápido que poco se nos hace para apoderarnos de toda esa
vorágine que es el tiempo. Que en la madurez lo vives ya con un poco más de
conocimiento y en la vejez lo reconoces como tu gran aliado porque transcurre
lento y tu y él han convivido un largo camino. Pero todos damos tiempo y
recibimos tiempo como una virtud escondida que nos permita vivir.
“Tiempo de nacer/ y tiempo de vivir;/Tiempo de llorar/ y tiempo de
reír”.
Jaque Mate llega con esta edición a su última
aparición de 2012 y es el momento oportuno de desearles a todos los lectores
---amigos y enemigos--- que tengan una muy Feliz Navidad y que el año que se
inicia sea mejor para todos en la salud. Nos veremos de nuevo Dios mediante el
domingo 13 de enero de 2013. Felices fiestas.
Aprovecho para recordarle a mis enemigos que yo donde quiera lavo,
plancho y me sobra jabón. Ya habrá tiempo, en el año que se avecina, para
comentar curiosas historias.
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