INFERTILIDAD POLITICA
La sociedad mexicana está harta de las confrontaciones, de los escándalos, de las matanzas entre cárteles rivales del crimen organizado y, de éstos contra las fuerzas armadas; de hechos degradantes, la ausencia de acuerdos, de debates inteligentes y enaltecedores, de consensos, pero por sobre todo, de soluciones a los graves problemas nacionales.
La economía pierde cada día competitividad, el llamado “presidente del empleo” se convirtió en “general de cinco estrellas” supuestamente combatiendo al crimen; la emigración avanza como nunca en su historia, mientras que la pobreza se acentúa y los niveles de vida de la población descienden a niveles alarmantes.
Y todo esto tiene un común denominador: la política está matando a este país. De aquella euforia inicial de julio del 2000 (más de 11 años atrás), cuando se dio por vez primera la alternancia en el Poder Ejecutivo Federal, ha evolucionado a un desencanto generalizado con los gobiernos federal, estatales y municipales. Incluso ya nadie cree ni en los liderazgos sociales y empresariales que han caído en una vorágine de corrupción y han perdido su solvencia moral. Este desencanto aumenta paulatinamente y se orienta a cuestionar a la democracia misma.
La situación nos lleva a que políticos, académicos y ciudadanos en general nos preguntemos ¿qué pasa? ¿por qué estamos así? ¿hasta dónde vamos a llegar? ¿cuáles son las causas que han propiciado todo esto? ¿qué nos espera?
Cada uno de nosotros trata de encontrar las respuestas, porque muchos quieren tener claro un diagnóstico para decidir el sentido de nuestras acciones. Todos también nos preguntamos ¿qué podemos y qué debemos hacer?
Extrañamos a mexicanos como Octavio Paz, Jesús Reyes Heroles y a campechanos como Carlos Sansores Pérez, a mentes lúcidas y visionarias que nos ayuden a esclarecer el panorama, tan saturado por los problemas diarios, y así estar en capacidad de orientar la voluntad para darle contenido concreto al hoy y al mañana.
No hay rumbo, no hay carta de navegación; el barco nacional parece andar a la deriva y todos sabemos que esto se debe a las malas decisiones en la cúpula del poder, más entregado a aplastar a sus opositores que a manejar bien el timón.
Así como muchos otros ciudadanos, hay quienes creemos que el problema es multidimensional y que hay causas profundas e internas y otras, derivadas del contexto internacional que con temor hoy vivimos. Sin embargo cualquier análisis, elaborado o sencillo, académico o popular, coincide en ubicar, entre otras, a dos causas evidentes de lo que nos puede estar sucediendo; son el común denominador: el desorden, la corrupción y los intereses de grupos en los partidos políticos, por un lado, y la falta de liderazgo y la conducción errática del gobierno federal, particularmente del presidente de la República.
No es casual que esos dos flancos sean los preferidos, en el afán de encontrar motivos o caracterizar la situación enrarecida que vive nuestro país. En estos momentos que pergeño estas líneas estoy indignado por los sucesos ocurridos en un Casino de Monterrey, Nuevo León, donde murieron ---hasta el momento--- 52 personas. Estos sucesos se percibe que no debieran estar ocurriendo en un país, que ha avanzado en la democracia y en otros órdenes.
La institución presidencial, todos y cada uno de los gobernadores y presidentes municipales, así como los partidos más importantes de México, nacieron y se desarrollaron dentro de un sistema que ya no existe. La fecha emblemática de su término fue julio del 2000 cuando el PRI perdió la presidencia de la República. Hoy a no crear conciencia de ello todos están en crisis. La institucionalidad de Los Pinos ya no es pieza clave del sistema político.
Lo que fue la Presidencia de la República durante ocho décadas ya no lo es más. Inercias quedan, pero no son para bien. No hay un replanteamiento del papel y la nueva función política de la institución presidencial; ni como redefinición conceptual, ni como ejercicio práctico en los hechos. Hoy está debilitada. Está en crisis. Obviamente ya no es lo que fue, pero tampoco es lo que debería ser en los nuevos tiempos.
Aquel sistema político ---diseñado para el PRI--- que funcionó para bien, para menos bien y para mal durante 80 años, ya concluyó. Las piezas clave, es decir, la institución presidencial y los partidos políticos, entraron en crisis y no se ven proyectos claros ni voluntad política de readecuación, mucho menos de refundación.
Y aunque muchos me dirán de qué la fumo, o con que me “cruzo”, pero el anterior sistema terminó y lo peor es que no existe uno nuevo, acorde con las actuales circunstancias.
Las reglas de la gobernabilidad que antes funcionaron como cuerdas de violín, hoy ya no operan y no hay otras para una nueva gobernabilidad democrática. Las consecuencias son lamentables y de mucho riesgo. Las vemos y las vivimos cotidianamente.
Por ello México vive en una crisis política. De su comprensión y superación dependen el presente y el futuro de la Nación. Pero mientras no se reconozca abiertamente, objetivamente esta crisis, difícilmente se entenderán sus alcances, su naturaleza, su profundidad e incluso las formidables oportunidades que ofrece.
Estamos todos atrapados en esta coyuntura, padeciendo los efectos negativos de esta crisis, sin plantearnos todos los ángulos positivos que la misma entraña si sabemos superarla.
Estamos en una encrucijada, con el agravante de que toda actividad política, todo lo que sucede, ya está impregnado e influenciado por los intereses y las pasiones del 2012. La lucha por el poder está desatada y es virulenta. Ya parece estar ¿o está? fuera de control.
¿Seremos capaces de procesar la próxima sucesión presidencial en las actuales condiciones? Ya se vio que el crimen organizado asesinó al candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, ha matado a no pocos presidentes municipales y jefes de policía de ayuntamientos. Y por si fuera poco hay un “presidente legítimo” hace casi cinco años en nueva campaña, pero que más bien debe ser un candidato al psiquiátrico.
La crisis política de naturaleza estructural corre grave riesgo de devenir en inestabilidad social y, otra vez, en crisis económica. Nadie quiere eso pero todos lo estamos propiciando. Así parece.
SIN OFICIO
Edgard Román Hernández Hernández, es un joven bastante callado, atento, con buena educación y preparación académica que le han permitido desempeñarse en varios cargos administrativos de primer y segundo nivel. No ha sido piedra de escándalos, ni se le ha pillado con los dedos en la puerta de la corrupción.
Pero, “Lo que natura no da, Salamanca no lo presta” . Es uno de los tres amigos-amigos que tiene el gobernador del Estado y que son de toda su confianza. Lo malo es que “Nadie escarmienta en cabeza ajena” y “Garo” podría seguir siendo un buen secretario del gabinete estatal, pero se le metió el gusanillo de que puede ser alcalde de la ciudad.
Los tiempos políticos se le empalmaron a este joven, porque hacerlo orador, diseñarle agendas, prepararle discursos, darlo a conocer con todos los cuadros municipales y enseñarle el abc elemental de la política, le están costando ya dolores de cabeza y han hecho intervenir a los otros dos amigos-amigos que, vieron en el war room prenderse los focos rojos con los últimos acontecimientos.
Resulta que “Garo” se lanzó en su discurso de presentación en el Cine Renacimiento, que sonaron como una toma de posesión y de confrontación con un candidato ---supuestamente del PAN--- que todavía no existe y de reto para recuperar ese bastión que es el Ayuntamiento de Campeche.
La historia reciente nos lleva a priori a rememorar lo que le sucedió al hermano que nunca tuvo el gobernador de Hechos, (designado recientemente como encargado de priistas de la tercera edad). Cabe señalar que Carlos Felipe Ortega Rubio si tuvo suficiente pastoreo político, fue el año de 2007 donde le prepararon toda una plataforma de lanzamiento y que se realizó durante un año en todos los municipios del Estado. El pretexto fue el “Sesquicentenario de la Emancipación Política de Campeche”. Todos sabemos que sucedió ya no cabe recalcar en “se los dije”.
“Garo” la semana que nos antecede cometió una pifia que no pasó desapercibida y menos aún para sus detractores. Fue al inicio del año escolar y en la entrega de apoyos a los alumnos como parte del programa “Mochila Solidaria”, que por supuesto el gestionó esa compra cuando era secretario de Administración e Innovación Gubernamental, pero que nadie lo medio orientó para señalarle que no era un acto político en el que estuviera como cabeza del PRI municipal.
Fue una falta si se quiere administrativa, porque lo ubicaron en el presidium, y aunque lejos del gobernador fue notoria su presencia. Pero “Garo” tiene orgánicamente un superior jerárquico en la figura del presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Campeche, Miguel Angel Sulub Caamal, quien lo menos que podría haberle recomendado es el no asistir a actos en donde no sea invitado.
Esa mala imagen que a raíz del acto pretenden construir en torno al hecho mencionado pega bajo la línea de navegación no sólo del CDM, sino del CDE. Queda claro que con razón o sin ella Sulub Caamal comparte culpa con Hernández Hernández.
La realidad es que la crítica no es tanto para el joven presidente del PRI municipal, que aspira a la candidatura a primer edil, con una imagen renovada y la confianza ciudadana de alternativa al PAN y al PRD, ese golpeteo sobre todo de un presidente sin consenso como es Erik Chong González va dirigida al tricolor. Y es que si golpean y desprestigian a “Garo” buscan allanarle el camino al sucesor de Carlos Ernesto Rosado Ruelas y de camino pegarle al gobierno Justo y Solidario.
Mientras tanto nos preguntamos será que “Garo” se siente sin correa de mando, lo que indicaría que carece de oficio político, tan elemental que puede llevarlo a quedarse en la orilla, mientras que su compañera de fórmula va pian pianito y en caballo de hacienda.
SIN PENA NI GLORIA
El pasado 22 de agosto se ajustó el trigésimo primer aniversario del hundimiento de la “panga” Campeche, en aguas de la Laguna de Términos, específicamente a dos kilómetros de Puerto Real y en línea directa a Isla Aguada. El hecho aconteció cerca de las 22:30 de ese aciago día.
En el accidente marítimo fallecieron ahogados un número que a la fecha no acaba de ser definitivo, y así va a quedar, porque al parecer varios trabajadores que carecían de vehículo abordaron esa chalana y nunca se supo de sus nombres. No hay un número justo de los muertos, porque algunos quedaron en el fondo y fueron arrastrados por las fuertes corrientes hacia mar abierto de gran profundidad.
Y como ya se hizo costumbre nadie tuvo un momento para recordar a lo que puede considerarse el más grave accidente en el territorio campechano en su historia. La alcaldesa Aracelly Escalante Jasso vda. de Lliteras, que días atrás hasta se daba su tiempo en su cuenta de Twitter para la programación de los festejos de julio, pero esta vez y la anterior (2010) no se dio por enterada. ¡Qué triste porque es la máxima autoridad en la isla!
Esta panga vino a acelerar la terminación del Puente de la Unidad, obra cumbre del sexenio de Eugenio Echeverría Castellot, puesto en servicio por José López Portillo y Pacheco e inaugurado por Miguel de la Madrid Hurtado. No hay que quitarle mérito a don Eugenio, auténtico visionario en materia de obra pública. De facto el padre de nuestro Centro Histórico, del relleno sanitario, donde hoy se asientan las franquicias y que albergará ---si Profepa y Semarnat dejan de moverle el tapete--- a Galerías Liverpool.
Sin embargo, el Puente de la Unidad fue su dolor más fuerte de cabeza, ya que había prometido a sus paisanos (era de origen carmelita), unirlos al macizo continental y terminar con la incertidumbre del servicio de transbordadores.
Próximamente habré de relatar una historia inédita de los factores que influyeron para este desastre marítimo y los verdaderos culpables que nunca fueron castigados. La impunidad es lo que más duele a los mexicanos.
Lo extraño de la historia es que este accidente no quiere ser recordado por ninguna autoridad y los que murieron eran la mayoría campechanos, civiles que iban en tránsito a la capital del Estado. Ante el clamor general de un pueblo horrorizado por este acontecimiento se pidió una investigación que tardó años y que no se detuvo a nadie.
Eso solo pasa en México. El fin justifica los medios y hoy a tres décadas y un año de esos más de 120 muertos nadie es capaz de conmemorar esa fecha ¿se busca olvidarla? ¿porqué no se quiere recordar? Los carmelitas tienen memoria y así como a los campechanos de esta capital recuerdan a los fallecidos esa noche trágica, pero que sigue dándose en los calendarios sin pena ni gloria, en especial para ese pundonoroso capital de la “panga” Campeche.