Jugada de espera
CULPA, ES DE LOS PARTIDOS
¿De qué sirve que la Constitución General de la República, Carta Magna o Ley Suprema garantice el derecho a la información si no existe disposición alguna que establezca los términos y condiciones para hacer válido en su totalidad ese derecho? Esta pregunta sigue en la mente de muchos mexicanos en más de tres décadas; esta es la fecha que no se ha tenido una cabal respuesta. Cada vez que surge la posibilidad de una iniciativa que reglamente el derecho a la información los obstáculos se han tornado insuperables. Los argumentos son siempre los mismos, en el sentido que no se puede legislar sin menoscabo de la seguridad del Estado y que cualquier intento podría constituir un riesgo para la gobernabilidad.
Sin embargo, lo que no expresan estos argumentos es que la gran mayoría de los países democráticos han podido sortear este falso dilema y han otorgado a sus ciudadanos ese derecho, que sistemáticamente ha sido negado parcialmente (en los temas más importantes como son el manejo presupuestal de los tres niveles de gobierno) a los ciudadanos.
¿A quién perjudica que la información sea veraz y objetiva y que, en caso contrario, se pueda sancionar eficazmente al infractor? ¿qué razones superiores están de por medio para negar la obligación que debe tener el Estado para informar oportuna y adecuadamente a los ciudadanos? ¿por qué se intenta negar el derecho que todo ciudadano debe tener para replicar una información que le daña? ¿qué argumentos son los que pueden esgrimirse para mantener el estado actual de impunidad que beneficia a desinformadores, difamadores o calumniadores? ¿por qué facilitar que se pueda invadir la privacía que debe reguardársele a cada persona? ¿por qué no hacer transparente el manejo de la publicidad estatal y municipales sin las argucias de los dueños de medios de cambiar cada determinado tiempo su razón social para engañar a los que buscan esa información? ¿qué debe entenderse por información oficial, reservada o secreta? ¿Será que esta última su conocimiento puede ser vital para la vida humana en el planeta o se trata de bombas atómicas que pueden destruir no sólo a Campeche sino a toda la Península de Yucatán? Estas son algunas de las principales preguntas que deben estar contempladas siempre cuando a través del órgano llamado Cotaipec solicitamos información.
Algunos estudiosos del tema piensan de manera contraria y proponen que sean los propios medios quienes se autorregulen a través de un código de ética propio. Este planteamiento ya se hizo viejo, no obstante se sigue insistiendo pero no hay indicios que esto vaya a ocurrir.
Lo más curioso del caso es que la información se apega a vicios ocultos en los que si la calidad de lo solicitado es riesgosa para el gobierno entra en juego la Ley de Definitividad que tiene a Campeche entre los cuatro estados en que se oculta y se esconde lo que consideran no debe de darse a conocer, olvidando de que todo lo que cueste un centavo del erario es del pueblo y no de quienes usufructúan cargos en el Estado o municipios.
Ahora bien, no es la televisión con sus numerosos canales en la ciudad la que está acabando con la política y con las convicciones de las culturas jóvenes. No son los medios, son los partidos políticos, esos entes sin control que han crecido sin límite, esos grupos de privilegiados que han hecho lo que se les da la gana con las leyes y los recursos en todo el país. En esto hay un fracaso en la preparación de la academia en la formación de profesionales.
Cómo es posible que los jóvenes hoy en día no sean apáticos si la política es una porquería. Si no tenemos izquierdas, si ni siquiera tenemos derechas que piensen. Cuando los partidos se desdibujan, cuando el proyecto de vida que les muestra la inmensa mayoría de los adultos es hacer dinero cuanto más rápido, cómo queremos que la juventud tenga ideales. No hay que disculparlos, pero si tratar de entenderlos porqué son tan conformistas.
Y tristemente son los jóvenes los que pueden y deben cambiar a esta entidad. No son los políticos, porque a ellos no les conviene. Hay actores que ya tienen tres sexenios o más en la política y lo que menos les conviene es que hayan cambios sustanciales en todo lo que concierne a los gobiernos estatal y municipales.
Pero repito, lo que está acabando con la política no es “la caja idiota”, son los partidos políticos, que han perdido su capacidad de representar la complejidad de la sociedad campechana actual, incapaces de retejer los lazos con los nuevos modos de agruparse de la gente, con la nueva socialización. La televisión no hace sino contar esto. La televisión espectaculariza la política, le roba cierto carácter deliberativo, pero esto no lo ha producido la tele sino los partidos, nuestra instituciones representativas.
En los años 80 se habló mucho sobre el divorcio entre la teoría y la práctica de la comunicación, y tanto se dijo, por los impulsos sobre el debate de la figura crítica del comunicador-mediador. ¿Y ahora al comenzar la segunda década del nuevo milenio, que ha ocurrido? La formación de un comunicador tiene que ser, sin duda alguna, una formación en ciencias sociales. Si no, va a ser simplemente la voz de su amo. Si se forma gente para hacer la labor de los dueños de los distintos medios de comunicación, para ser empleados, se les está formando para que sirvan al negocio redondo de la comunicación desde el punto de vista del negocio de la redituabilidad, de los “convenios” ventajosísimos para los empresarios, pero no a los procesos de comunicación que requiere la sociedad.
Hay escuelas en nuestro medio que aún no han sido capaces de plantearse qué sentido tiene la teoría para alguien que va a ser un productor, un creador. No hay que quitarle importancia a la teoría, al conocimiento de las ciencias sociales, sin el cual el periodista va a ser un mero reproductor, cuando por su oficio pasan intereses colectivos claves. El comunicador es una figura socialmente necesaria pero política y culturalmente perniciosa porque acaba convirtiendo el derecho de unos pocos lo que debería ser el ejercicio de todos. El derecho a la información es no sólo el derecho a recibirla, es el derecho a producirla.
Su balance, tras dos décadas de poner el tema en la mesa, es pesimista. Las escuelas y facultades que están formando a los próximos comunicadores hoy están peor que en la década de los 80s, porque han digerido que los únicos que deben decir como deben ser los comunicadores son las empresas de comunicación, porque el criterio para formarlos es el mercado de trabajo, y detrás de ese mercado no está la sociedad.
Finalmente, la verdadera amenaza para la sociedad y para la política no son los medios sino los partidos políticos que desean que las cosas sigan igual, para que ellos continúen mejor económicamente hablando. Esta es una verdad de Perogrullo pero desafortunadamente cierta.
Jaque al descubierto
EL MAL DE SIEMPRE
El gobernador de Campeche, Fernando Eutimio Ortega Bernés, es un hombre bien intencionado y tal vez por eso o porque quiso vivir en carne propia las triquiñuelas de una empresa que ha hecho y deshecho con los campechanos todo tipo de deslealtades. En un estado como el nuestro donde la pobreza ocupa primeros lugares, si somos capaces de reflexionar, con relación de causa y efecto, nuestros problemas, nuestras carencias y nuestras crisis con los protagonismos, los anacronismos y los despilfarros son el pan nuestro de cada día.
Hoy, Ortega Bernés, apenas con dos meses de celebrar un Convenio Marco con Pemex, recapacita y ante las mentiras de siempre busca la unidad de los campechanos, porque esa es la fuerza que lo impulsa a esta nueva aventura, la de obtener lo justo por las aportaciones que día a día, aún con la declinación del mega pozo Cantarell, siempre sigue siendo una considerable ayuda en la balanza comercial de México. Pero ¿y a Campeche cuando le toca la justicia?
El gobernador está golpeando todas las puertas para obtener la ayuda que el Estado necesita para su desarrollo, pero la empresa se niega a convenir cosas tan sencillas como que adquieran insumos y equipos a empresarios locales, que contribuyan a resolver el ancestral asunto de la falta de agua potable, que aún cuando se encuentra en su segunda fase todavía faltan recursos para concluir el acueducto de indudable beneficio para todos los habitantes de la isla incluidos miles de trabajadores petroleros que en ese lugar tienen su base de operaciones.
Pero Pemex es insensible ante Campeche. El año 2009 no aportó ni un centavo en retribución a los daños causados en la isla como resultado de la explotación en costas campechanas. Esta es la hora de que seguimos estirando la mano para recibir mendrugos o negativas de ayuda. ¿Esto nos merecemos?
Los campechanos nos pasamos de buenos por no decir otro adjetivo calificativo. Somos el único estado petrolero donde jamás se han tenido problemas sociales, nunca se les ha bloqueado o negado la entrada al Estado, y eso tiene un enorme valor que no se refleja en el trato. En los municipios de El Carmen, Champotón y Campeche hay más de cinco mil lanchas ribereñas que muy bien podrían bloquear todas las plataformas aún con la intervención de la Armada de México, pero somos pacíficos aunque se interprete de otra manera.
Bloquear la entrada a una pera o a una instalación petrolera le cuesta al país, vía Pemex, millones de pesos al mes, en Campeche esto no sucede y los funcionarios de Pemex no lo acreditan, ya sea por mala fe o ignorancia quiero pensar en lo último.
No cabe duda Fernando Eutimio, sigue poniendo la otra mejilla y señalando que Pemex siempre será bienvenido al Estado y que ante la perspectiva previsible de un recurso finito se sigue pensando a futuro y a invertir con inteligencia los pocos recursos que debe aportar en beneficio de los campechanos.
En nuestro pasado Jaque Mate consideramos que se estaba perdiendo el tiempo dirigiéndose a la paraestatal, al insensible Presidente de la República y a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, ante la realidad de que es el Congreso la llave para abrir esos recursos que no llegan, pero Ortega Bernés, si se mantiene en la línea de exigir justicia, no estará solo. Por encima de siglas y colores lo seguirá acompañando un pueblo unido. En esta tierra no caben los bastardos, porque cuando un pueblo lucha con pasión por lo que cree y por lo que merece, sólo fuerza divinas pueden vencer a las humanas.
A estas alturas el gobernador está pasando momentos de tensión ante la cruda realidad de la insensibilidad federal y de que las promesas de campaña se están quedando en eso: en promesas, sobre todo que se entiende que en política nada se puede construir sobre el agravio y la discordia. Y esto viene al comentario porque las pasadas contiendas electorales dejaron un campo lleno de heridos. Fueron verdaderos duelos que dejaron heridas difíciles de cicatrizar. No obstante no debe regatearse el esfuerzo de devolver a Campeche el espíritu de fraternidad. Unidad no es unanimidad, y esta puede darse a pesar de las diferencias ideológicas, si se acepta la diversidad en el pensamiento y se respeta la pluralidad.
Campeche está (mala la comparación) como los caballos de los aguadores de antaño: cargados de agua y muertos de sed. Hoy Campeche sigue siendo rey y mendigo y es necesario que Ortega Bernés, le restituya la dignidad al pueblo de Campeche. Ya basta de levantar la mano para recibir migajas. La justicia no llegará como las lluvias hay que salir a buscarla y en este caso a exigirla. Si el gobernador convoca a todos los campechanos hay que salir a construir caminos bien trazados, todo a un tiempo, las vías jurídicas que aún no han sido plenamente explotadas, la negociación política, la movilización social, el uso (ahora si es necesario exigir a estos tan bien pagados actores) de los medios de comunicación. Hay que luchar con firmeza y no llorar como mujeres lo que no hemos podido defender como hombres. Señor Gobernador, el pueblo campechano espera de usted ese impulso y, por favor, tampoco titubee ante la Cámara de Diputados de mayoría de su partido para recibir el apoyo, de no hacerlo las urnas demostrarán que el pueblo tiene memoria y sabe darle a cada quien lo que merece.
Mate del león
DIAS DE VINO Y ROSAS
Los campechanos nos vamos a la playa no en el verano sino cuando las temperaturas suben cerca de los 40 grados Celsius. Este año hasta las mascotas y el perico viajaron con las familias a remojarse, pero muchos se llevaron un chasco: el agua del mar está fría, debido al reciente invierno que pocas veces hemos tenido tan crudo. Pero el mar, siempre “invitación perenne a la aventura” (Alberto Trueba Urbina, dixit) fue el tema que abarca estas dos semanas que nos anteceden.
Esta situación dejó los temas políticos y se dedicaron a surtir despensas con bebidas espirituosas, cremas solares, salvavidas (lanchas como algunos ex gobernadores), gasolinas de los milagrosos vales de que disponen los tres niveles de gobierno, ¡faltaba más! Y a gozar, porque en el mar, la vida es más sabrosa.
La vida en política es cíclica. En esta ocasión el centro de la atención estuvo en uno de los balnearios que habían venido a menos en los últimos 50 años, me refiero a ese sitio semi pedregoso que el pueblo bautizó en ese entonces como “El sombrerón”. Este balneario nació a instancias de los presidentes municipales de esa época, quienes para agradar a su gobernador Manuel López Hernández “Maistrín”, le construyeron una enorme palapa redonda con servicios y techo de láminas de zinc y en ocasión de su cumpleaños se la regalaron y de ahí en temporadas de playa salían cónclaves del pulso político de fines de los años 40.
Esta casita de playa vivió entonces sus mejores galas cuando la familia López-Reyes, se encontraban en el poder. Desde luego hay que considerar que “Maistrín”, fue el último gobernador que vivió en la Casa de Gobierno del barrio de Santa Ana, que era propiedad de Dn. Raúl Ramos.
Casualmente, es cerca de “El sombrerón”, en un sitio conocido como Boxol, donde aconteció años atrás un crimen político, que habremos de relatar en su oportunidad.
Volviendo a la casa de playa de “El sombrerón”, al salir de su gobierno López Hernández, vendió la propiedad a los hermanos Guerrero Ramos (es zona federal), ya que la concesión estaba a favor de él y no del Gobierno del Estado.
Hoy “El sombrerón” vuelve a cobrar la atención de los campechanos de este municipio al llegar a la gubernatura Fernando Eutimio Ortega Bernés, quién había construido desde hace varios años una modesta casa de playa para su familia. En esta ocasión el sitio fue tan visitado que incluso guardias de seguridad controlaban la entrada con “una pluma”, para evitar que personas no conocidas ingresaran. El pueblo, por su relativa lejanía, por esos controles y por otras cosas más no pudo en estas vacaciones acercarse a su gobernador. La idea de quién haya sido ¿Garo, Roberto, Víctor, Carlos, Ana Graciela? no ha sido muy bien recibida. Es más, se dijo que incluso todos los días llegaba a esa playa José Antonio González Curi, ex gobernador a visitar a tan distinguido vacacionista y que la lancha en la que se trasladaba era de alto costo.
Pero retomando lo que han sido los sitios de playa de los gobernadores desde López Hernández, recordamos que al “Holandés del Sureste”, como bautizó Roberto Blanco Moheno a Alberto Trueba Urbina, no tuvo necesidad de una casa de playa porque el vivía frente al mar en lo que hoy es la avenida Resurgimiento, en una casa propiedad del empresario maderero y luego camaronero Ricardo Nevárez, quien luego de retomar su propiedad al término del gobierno truebista, vivió hasta su muerte en esa propiedad.
El coronel José Ortiz Avila, curiosamente vivió casi enfrente de la casa del gobernante anterior, también en la avenida Resurgimiento, en una casa cuyo dueño era el empresario Edilberto Buenfil Martínez, padre de “Mala Suerte”, y tampoco le dio por irse a la playa, porque el salía como Pedro por su casa cada que se le daba la gana, sin avisar a nadie y pilotando su propio jet. El ignaro José (Trueba Urbina dixit) nunca le dio por bañarse en el mar campechano y prefería irse a su rancho “El hule” en Tamaulipas.
A Carlos Sansores Pérez “El negro” no solo le dio por la playa sino que lo hizo a todo lo grande. Primero escogió la mejor playa en las cercanías de Campeche y la heredad de la familia de Dn. Manuel Reyes Montero, a quién el presidente de la República Luis Echevería Alvarez, expropió más de cinco mil hectáreas aduciendo que era parte de la ex hacienda de Chiná. Sansores hizo lo mismo y se quedó, en lo que se los estamos relatando, con la parte del león. Luego levantó un auténtico desarrollo urbanístico de playa con todas las comodidades. En ese sitio que antes de su penosa enfermedad era su punto de partida fueron recibidos secretarios de Estado, senadores, diputados y hasta el cardenal José Corripio Ahumada, que guardaba un asombroso parecido físico con el cacique campechano. La heredad fue declinando y hoy son casi ruinas, sin embargo dejan ver parte del esplendor de esos días.
Rafael Rodríguez Barrera “El chel”, si sintió los deseos de irse a la playa de cuando en cuando y construyó en Playa Bonita una casa que habitaba en esos días, misma que eran punto de reunión con sus incondicionales como Fernando Trueba Brown, Guillermo Magaña Ferrer, Fernando Berrón Waring, Sergio Mora Rodríguez, etc.
Carlos Pérez Cámara, Eugenio Echeverría Castellot y Jorge Salomón Azar García, les dio por “Acapulquito”, en el municipio de Champotón donde tienen casas de verano todavía y donde se reúne la élite y no el pueblo.
Para no quedarse atrás y nada más llegar al poder Abelardo Carrillo Zavala, inició la construcción de una gran casa de playa en el balneario “Mar Azul”. Compró el acantilado hacia sotavento de ese lugar y el sitio se volvió punto de reunión desde la Romanza Campeche, hasta el colegial Manuel Pacheco, se dice que hasta “La tesorito” fue invitada unos días a ese lugar donde en su mejor momento estuvo toda la plana mayor de la CTM. Señalan habitantes vecinos que en las noches hasta sus casas llegan los gorgoritos del ex cantante popular.
Que vio José Antonio González Curi, que inmediatamente que llegó al cuarto piso le gustó el acantilado de barlovento en “Mar Azul” y comenzó a edificar lo que ha sido no su casa de playa sino su bunker, pero con tan mal carácter que se ha peleado con vecinos como el ingeniero Eduardo Escalante, a quien amenazó hasta que su hijo Gabriel, le puso una “madrina” que lo volvieron a la realidad. “Mar Azul” está entonces entre los exgobernadores Carrillo y González.
Jorge Carlos Hurtado Valdez, no se le conoció casa de playa y no por falta de “ahorritos”, sino porque sus visitas a la playa las hacía rentando cuartos en el Hotel Siho Playa, quedando a escasos kilómetros de “Acapulquito”, donde se encontraban sus amigos Sergio Estrada Reyes, Carlos y Jorge Lavalle Azar, Carlos Felipe Ortega Rubio, etc.
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