“La verdad se corrompe tanto en la mentira como con el silencio”.
Marco Tulio Cicerón.
LA VERDAD NO PECA; PERO INCOMODA
Este mes que
está por terminar se volvió a realizar un festejo en ocasión del Día de la
Libertad de Expresión que, ciertamente ya no es el 7 de junio sino el 3 de
mayo, de acuerdo con protocolos internacionales. Los compañeros galardonados
indudablemente se merecen eso y más, pero no basta un día para reconocer esa
noble labor de ser el interlocutor de la verdad.
Hay que estar
convencido del ejercicio irrestricto de la libertad de expresión, porque se
trata de uno de los derechos fundamentales consagrados en los marcos normativos
universales, y porque a quien escribe o informa por otro medio no debe nunca
coartarse su derecho a expresar su punto de vista.
Debe cobrarse
conciencia que todo servidor público se encuentra expuesto al escrutinio de los
formadores de opinión, de los medios de comunicación, de sus adversarios
políticos y por supuesto de la sociedad en general.
Por ello llama
la atención la forma que utilizan
aquellos que ejercen las responsabilidades públicas en los tres niveles
de gobierno, porque un análisis crítico no lleva implícito situaciones
personales como algunos tildan por ciertos comentarios realizados en esta
columna.
No se trata de
agraviar u ofender al individuo como tal; lo que se juega críticamente son sus
actos, sus conductas, omisiones que
están relacionadas con las funciones ue desempeñó o desempeña en la vida
pública y por lo que cobró o cobra con recursos pagados por el erario, es
decir, viven, quieran o no del producto de nuestros impuestos.
No es fácil
realizar un comentario cuando en el ejercicio de este quehacer se expresan
juicios con responsabilidad, fundándose en una argumentación razonada y que sin
duda lleva principios éticos, como por ejemplo, la vida privada, la coprolalia
y los supuestos que aun contando no deben ser exhibidos.
El sarcasmo, la
ironía, la mordacidad y la suspicacia, por hirientes que fueren, son recursos
legítimos que cualquier crítico suele emplear para enderezar sus
cuestionamientos a los diversos actores políticos y a otras figuras públicas.
Por ello, me
parece cuestionable la forma como reaccionan los políticos del patio en
especial priistas y panistas con algunos conceptos externados. Que no se
asusten, podría o no estar de acuerdo con lo que un político expresa y la forma
como lo dice, pero tengo el derecho de asentarlo tal cual.
Cualquier
crítico debe de buscar el justo medio, el equilibrio entre el fondo y la forma,
para evitar caer en posturas sesgadas o francamente veleidosas, que pongan en
entredicho su independencia y credibilidad, más allá de las molestias, y
resquemores que sus dichos puedan generar en los actores sujetos de cualquier
cuestionamiento.
Hacer análisis
y crítica no debe tener despropósitos por actos y omisiones de los políticos y
gobernantes sin necesidad de incurrir en deslices o sesgos que puedan afectar
su propia imagen como forjadores de la conciencia social deben ser meditados
por ambas partes.
Un aniversario
más de la Libertad de Expresión y otro año de que cada quien lo festeje por su
lado. De cualquier forma felicidades a todos ellos.
¡O TEMPORA! ¡O MORES!
Estuve
recientemente en el aeropuerto de Campeche y curiosamente un conocido que vive
en la Ciudad de México, me pregunto quién era la persona cuyo nombre tiene esta
terminal aérea. Le dije ---hasta donde conozco---, el nombre de este personaje.
Ante ello me respondió que los campechanos tenemos varios próceres que con
mucho tienen los méritos necesarios para darle realce a este aeropuerto.
Me dijo que
muchas de las principales ciudades del mundo llevan los nombres del personaje
más importante de su ámbito. Por ejemplo: París con “Charles de Gaulle”; Caracas con “Simón Bolívar”; Ciudad de México con “Benito Juárez”; Nueva York con “John F. Kennedy”; Washington con “Ronald Regan” y “John Foster
Dulles”; La Habana con “José Martí”
y hasta Mérida con “Crescencio García Rejón” (que dicho sea de paso
no es yucateco sino un jurista campechano nacido en Hopelchén cuando era
territorio de esa entidad, pero se lo adjudicaron); Veracruz con “Heriberto Jara”;
Monterrey con “Mariano
Escobedo”; Toluca con “Adolfo López Mateos”; Guadalajara con “Miguel Hidalgo”;
Puerto Vallarta con “Gustavo Díaz Ordaz”; Morelia con “Francisco J.
Mujica”; Ciudad Juárez con “Abelardo R. Rodríguez”; Villahermosa con “Carlos Rovirosa”,
etc.
Darle al
aeropuerto de una ciudad un nombre de prestigio es de gran impacto social y
económico, toda vez que este nombre se repite constantemente en los medios
nacionales e internacionales y es, sin duda, un importante apoyo al turismo que
en el caso de Campeche es un proyecto que a todos los campechanos nos interesa.
Si al
aeropuerto de la ciudad de San Francisco de Campeche se le cambia el nombre por
el de “Justo
Sierra Méndez”, no solo se beneficiaría al turismo local sino se
haría un acto de justicia para quien es hoy por hoy ---quieran o no sus
detractores---, la primera figura intelectual de Campeche y que sigue creciendo
con el tiempo.
Por su labor
educativa, por haber sentado las bases del desarrollo educativo y cultural de
México que hoy gozamos, por su empeño n la creación de la Universidad Autónoma
de México (UNAM), por su erudita y amplia obra literaria, por su influencia
política demostrada por varios lustros, Justo Sierra Méndez goza aún, a tantas décadas de
su muerte, del reconocimiento de México.
Los campechanos
hemos rendido tributo de distintas maneras al Maestro de América, pero Campeche
crece y hoy buscamos con un nuevo gobernante que sea en grande, y este
crecimiento debe también hacerlo nuestra admiración y reconocimiento por el
insigne prócer de esta tierra que lo vio nacer frente al parque del centro de
nuestra ciudad capital. La casa donde nació sigue siendo un hotelito de algún
tiempo de paso y luego de “pago por evento”. Nunca ningún gobernante ha querido
gastar en comprar esa propiedad y crear un museo que resalte la figura de tan
eminente campechano.
El aeropuerto
de Campeche debe cambiar de nombre al de Justo Sierra Méndez. Hace unos años un grupo de
profesionistas campechanos entre los que se encontraba mi estimado amigo ya
fallecido, el Ing.
Joaquín Martínez Rosado, emprendieron esta noble causa que va más
allá de cualquier pronunciamiento político.
Los cambios de
vida son necesarios, sobre todo cuando se busca insertar a Campeche en amplios
programas de turismo nacional e internacional, prueba de ello es el reciento
evento de Motonáutica. El movimiento aeroportuario hace tiempo que está
esperando su despegue. Nada mejor que un cambio con el nombre de la egregia
figura del Maestro de América, en un bronce en la sala principal de nuestro
aeropuerto internacional.
Si ustedes
observan no es necesario para elevar al que llega, azotar con la vara del
descrédito al que podría irse. Es otro campechano, razones se habrán tenido al
seleccionarlo, pero Sierra Méndez, es por si solo un nombre universal
que no ha sido lo suficientemente reconocido es esta tierra que lo vio nacer
hace 168 años.
Para algunos
detractores que al paso de los años han tachado al ilustre mentor de seguidor
del dictador Porfirio
Díaz, me voy a permitir transcribir una carta que pinta claramente
el pensamiento de Justo Sierra, enviada a este su servidor por un
amigo. En ella el prócer campechano se dirige al General Porfirio Díaz, fechada
en la Ciudad de México en noviembre de 1899.
“Como no faltarán amigos benévolos que hagan notar a
V. La falta de mi firma en algunos de los documentos publicados en estos días,
deseo, abusando de su deferencia, explicar la razón de esta conducta que
obedece a un propósito largamente meditado; creo que cumple esta explicación a
las obligaciones políticas contraídas, no tanto con V, como conmigo mismo y con
la viva adhesión que le he profesado siempre y data de antes del triunfo y del
poder.
Cuando redacté hace algunos años el manifiesto de lo
que se llamó la convención liberal, asenté, con el beneplácito de todos mis
compañeros, que la reelección que recomendábamos era la última; que una
democracia que se forma o se transforma, vive de renovaciones como todos los
organismos.
Esta declaración fue prematura; el influjo de
circunstancias que pertenecen a un orden demasiado íntimo para permitirme otra
cosa que una alusión, hicieron imposible la separación de V. Más hoy tienen un
aspecto particular las cosas, hoy ---crea V, señor, a mi honrada franqueza---
hoy el gran grupo del país que piensa sobre estos asuntos, grupo profundamente
inactivo, pero no sin perspicacia, desearía que la reelección no fuese forzosa
como, por desgracia, lo es. Voy a ser más claro. La reelección, según se
infiere de las razones en que los diversos comités apoyan sus manifiestos,
razones que dentro de cuatro años tendrán mayor eficacia todavía, la reelección
significa hoy la presidencia vitalicia, es decir, la monarquía electiva con un
disfraz republicano.
Yo no me asusto por nombres, yo veo los hechos y las
cosas; he aquí lo que con este motivo se me ocurre. La reelección indefinida
tiene inconvenientes supremos; del orden interior unos y del exterior otros;
todos íntimamente conexos. Significa bajo el primer aspecto que no hay modo
posible de conjurar el riesgo de declararnos impotentes para eliminar una
crisis que puede significar retroceso, anarquía y cosecha final de
humillaciones internacionales, si V, llegare a faltar de lo que nos preserven
los hados que, por desdicha, no tienen nunca en cuenta los deseos de los
hombres.
Y si se objeta que no es probable que no podamos
sobreponernos a esa crisis por los elementos de estabilidad que el país se ha
asimilado, entonces, ¿cómo nos reconocemos impedidos para dominar lo que
resultaría de la no reelección? Significa además, que es un sueño irrealizable
probablemente la preparación del porvenir político, bajo los auspicios de V, y
aprovechando sus inmejorables condiciones actuales de fuerza física y moral
(preparación que todos desean hasta los más íntimos amigos de V, aunque le digan
lo contrario).
En cuanto a lo que atañe a lo exterior, esta es, en mi
juicio, la impresión indefectible de los hombres de estado y de negocios en los
Estados Unidos, en Inglaterra, en Alemania, en Francia…, en la república
mexicana no hay instituciones, hay un hombre; de su vida dependen la paz,
trabajo productivo y crédito.
Sé bien señor Presidente que nadie mejor que V, ha
pensado sobre esto, que nadie tiene con más precisión en cuenta estos elementos
del problema, que lo que acabo de escribir a V. le hará sonreír y encogerse de hombros creyendo que
yo me imagino que son razonamientos nuevos para V. ---No, señor, no soy tan
presuntuoso así---. Tampoco soy de quienes creen que la política de V. Está
explicada con un simple apego, apasionado al puesto, brutal e irreflexivo; he
estudiado a V. Un poco mejor que ellos, aunque de mucho más lejos. Creo que hay
algo más que una ambición, rudimentaria en la conducta de V., creo que nadie
tiene derecho a dudar de que antes que todo V. Coloca el apego a la patria,
cuando se ha contribuido a hacerla como V. Por eso esta carta no tiene otro
objeto que traducir a V. En descargo de mi lealtad, un monólogo de mi
conciencia.
Veo claramente que en estos momentos la reelección,
que no creo necesaria, es forzosa; y eso es lo que siento. Una solución de
continuidad de cuatro años en el gobierno de V. Sería la gran muestra de la
salud nacional, que todavía tiene tantos incrédulos secretos. Estos hablan de
otra garantía del orden en Méjico cuando el prestigio de V. Haya desaparecido,
pero esa garantía es una mano que nos toca el rostro.
Lo he molestado y distraído a V. De seguro, por
ignorancia del verdadero estado de la cuestión, que quizás si conociera bien
juzgaría de distinto modo. Por ignorancia será, no por un alarde malsano de
civismo verbal y declamatorio.”
Una palabra más; de esta carta no tiene noticia
ninguno de mis amigos, ni es mi intención siquiera de dirigirla a V.
Como siempre su adicto y respetuoso amigo y S.S.”
En el borrador de
la carta. La contestación del general Porfirio Díaz figura en el apéndice de
este volumen. Es ocioso recordar los términos en que se realizó la nueva
instalación del caudillo oaxaqueño. La Convención Nacional, en medio de la
indiferencia del pueblo, celebró un plebiscito el 1 de enero de 1900 en el que
se declaró candidato a la presidencia. La reelección tuvo lugar en julio de ese
año, después de clausurado el Congreso, sin que se levantara una voz
discordante, aprovechando varios golpes de efecto político y en unas elecciones
sin adversario. Con el programa de “poco política y mucha administración” se
iniciaba el nuevo siglo y el periodo que había de desembocar en la revolución
de 1910.
Justo Sierra Méndez dejó para la
posteridad y para discursos de políticos y no políticos la frase: “El pueblo
tiene hambre y sed de justicia”, que el asesinado candidato del PRI a la
presidencia de México, Luis Donaldo Colosio Murrieta, pronunciara en su
célebre discurso del año de su muerte en 1994.
Amado Nervo, llamó al prócer
campechano: “Un hombre bueno”. Don Justo no solo dejo una obra educativa, sino su
obra histórica. Quien haya leído bien su libro ”Historia de México” y su
“Juárez, su obra y su tiempo”, no tendrá duda de cual fue su pensamiento sobre
las luchas de Reforma y los momentos de restauración de la República que lo
colocaron frente al porfirismo.
Fue político,
escritor, periodista, abogado. Escribió en prosa y en verso. Fue diputado
suplente en 1880 y propietario en 1884 por Sinaloa. Magistrado de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación en 1894. Los capítulos de su libro “En tierra
Yankee” se publicaron en la revista El Mundo. Subsecretario y secretario de
Instrucción Pública y Bellas Artes (antecedente de la SEP) de 1905 a 1911
durante el régimen de Porfirio Díaz, fundó la Universidad Nacional hoy UNAM.
Todavía resuena
el famoso discurso que pronunció en la Universidad Nacional cuando entre otras
frases dijo: “La Universidad ha de investigar, pero no a espaldas del pueblo;
ha de crear profesionistas, pero con sentido humano y con responsabilidad
compartida”. Esta pieza literaria fue admirada entre otros casi campechano: José Vasconcelos.
Los gobernantes
campechanos de las últimas décadas han tenido en el olvido a esta figura tan
respetada fuera de esta tierra. Si por ejemplo fuera yucateco, pueden tener la
seguridad y la certeza de que no solo tendría un monumento bien conservado y de
primer nivel, su nombre al aeropuerto internacional y un museo con la colección
completa de Agustín
Yañez, editada en 15 tomos cuando la UNAM lo declaró Maestro de
América.
¿AUDITOR ETERNO?
Campeche es uno de los Estados
donde el Partido Revolucionario Institucional tiene mayoría parlamentaria en el
platillo volador. Lo que en el pasado sucedía a nivel federal, es decir, la
Contaduría Mayor de Hacienda recibía la fuerte influencia del Ejecutivo
Federal, lo que lastraba la imparcialidad de cada auditoría.
En esta entidad, por ejemplo, el
titular de la Auditoría Superior del Estado de Campeche, CP Jorge Martín
Pacheco Pérez. Ciertamente un joven profesionista que obtuvo un
primer lugar nacional en el CENEVAL, fue llevado luego por José Antonio González Curi, a la
secretaría particular de su administración, y poco después, se hizo a un lado a
un competente contador que se desempeñaba bien y con cierta imparcialidad para
darle a Pacheco
Pérez el cargo de la ASE. Estamos hablando de cerca de 16 años, lo
que es donde quiera vérsele una auténtica inmoralidad.
La Ley Orgánica del Poder
Legislativo del Estado en su Artículo 122 señala que la revisión de la cuenta
pública estará a cargo del Congreso, el cual se apoyará en la auditoría para la
fiscalización superior de la propia Cuenta Pública y que asimismo gozará de
autonomía técnica y de gestión para decidir sobre su organización interna,
funcionamiento y resoluciones. Asimismo, el Artículo 184 señala que el Auditor
Superior durará en el cargo seis años, pudiendo ser nombrado para subsiguientes
períodos.
Debe ser elegido por el propio
Congreso del Estado con votación de las dos terceras partes de los diputados
presentes en la sesión. Pero es el caso que en realdad ese Poder sigue sujeto
a las veleidades del Ejecutivo en turno,
para que mediante “respetuosa sugerencia” a los líderes de las bancadas
dominantes –-que en todos los casos han sido del PRI---, para seguir conservando tantos años al actual
titular de la Auditoría Superior del Congreso del Estado que revisa, oculta a
la prensa y modifica la obligación de sancionar a quienes violen las
disposiciones para manejar éstas con honradez y eficiencia. El mejor ejemplo de
la corrupción del pasado gobierno estatal lo tenemos que su cuenta pública salió
limpia y reluciente a pesar de las graves anomalías que por ejemplo se
cometieron en el Congreso del Estado donde estuvo como presidente de la Junta
de Gobierno del Poder Legislativo Edgar Román Hernández Hernández.
¿A que me refiero? Sencillamente
que hay tantos casos que han pasado por las manos de esa auditoría superior y
con tantas faltas que caben en decir que “hay plumajes que cruzan el pantano
sin mancharse”. El pantano de las dos últimas administraciones estatales es de
esos.
¡Dónde quedaron por ejemplo las
devoluciones y sanciones de José Seara Sierra y Carlos Oznerol Pacheco Castro,
alcaldes de los trienios 2006-2009 que dejaron pasivos sin comprobar, el
primero por más de 100 millones de pesos y el segundo de 20 millones de pesos.
Luego vendrían las entregas a sus sucesores y curiosamente el de El Carmen que
era del PAN, pasó a manos del PRI y en Campeche que era del PRI quedó en poder
del PAN, ambos con más de 150 millones de pesos a múltiples acreedores.
Y todavía más. en El Carmen, la
actual directora general del INAPAM, Aracelly Escalante Jasso de Lliteras, suplicó los
adeudos sin que se vieran obras ejecutadas y remató con un préstamo que
curiosamente fue aprobado por su Cabildo y luego por el Congreso del Estado.
La forma tan ligera en que los
diputados votan a favor de préstamos de un municipio y del Estado indica la
dependencia del Legislativo en materia de fiscalización y que las auditorías se
vuelven blandas. Además se convierte en ocasiones en cimitarra que degüella,
herramienta de venganzas políticas que en nada ayudan a la objetividad con la
que debe trabajar y efectuar las revisiones la Auditoría Superior del Estado,
hoy todavía en manos de Pacheco Pérez.
El auditor mayor Pacheco Pérez
–como lo señalo líneas arriba--, ha estado en ese cargo cerca de 16 años, desde
el gobierno de González
Curi, Hurtado Valdez, Ortega Bernés
y ya lleva casi nueve meses del actual gobierno estatal, además de nueve
presidentes hoy de la Junta de Gobierno del Poder Legislativo. Demasiado tiempo
para pensar en una autonomía libre de influencias, consecuentemente resulta
absurdo que la actual legislatura lo vaya a ratificar, porque desde el 28 de
junio de 2011 vive violentando la ley que los regula al señalar que estará en
el cargo hasta el 2018. Es decir concluiría “capulinamente” su encomienda hasta
ese año.
Una auditoría de ningún modo debe
dejar de hacerse para proteger a los leales, ni deben programarse para
perjudicar a los enemigos políticos. Deben, eso sí, ser producto de un análisis
teórico y científico, basado en los antecedentes de una revisión, monto de
recursos, información comprobada de posibles actos de corrupción, como los que
incurrió la administración de Ortega Bernés.
Pero en materia de revisión tanto
la ASE como la Contraloría del Estado tienen dos pesas y dos medidas. Aquel
pensamiento juarista se cumple indefectiblemente: “A los amigos, justicia y
gracia. A los enemigos, la ley a secas”.
El combate a la corrupción es, y
debe ser, un tema de la mayor prioridad de Rafael Alejandro Moreno Cárdenas. El manejo de los
recursos del erario estatal y los municipales, la rendición de cuentas y la
transparencia están siendo aplicados en cada acto de gobierno-
La participación ciudadana en el
combate a la corrupción es vital. Y en este momento se está viendo que hay
voluntad política del actual gobierno. Los ciudadanos deben por tanto exigir
cuentas claras y transparencia en toda acción de los tres niveles de gobierno.
Campeche o necesita han sido ya muchos años de latrocinio.
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