jueves, 30 de junio de 2016


“La verdad se corrompe tanto en la mentira como con el silencio”.
Marco Tulio Cicerón.

LA VERDAD NO PECA; PERO INCOMODA

Este mes que está por terminar se volvió a realizar un festejo en ocasión del Día de la Libertad de Expresión que, ciertamente ya no es el 7 de junio sino el 3 de mayo, de acuerdo con protocolos internacionales. Los compañeros galardonados indudablemente se merecen eso y más, pero no basta un día para reconocer esa noble labor de ser el interlocutor de la verdad.

Hay que estar convencido del ejercicio irrestricto de la libertad de expresión, porque se trata de uno de los derechos fundamentales consagrados en los marcos normativos universales, y porque a quien escribe o informa por otro medio no debe nunca coartarse su derecho a expresar su punto de vista.

Debe cobrarse conciencia que todo servidor público se encuentra expuesto al escrutinio de los formadores de opinión, de los medios de comunicación, de sus adversarios políticos y por supuesto de la sociedad en general.

Por ello llama la atención la forma que utilizan  aquellos que ejercen las responsabilidades públicas en los tres niveles de gobierno, porque un análisis crítico no lleva implícito situaciones personales como algunos tildan por ciertos comentarios realizados en esta columna.

No se trata de agraviar u ofender al individuo como tal; lo que se juega críticamente son sus actos, sus  conductas, omisiones que están relacionadas con las funciones ue desempeñó o desempeña en la vida pública y por lo que cobró o cobra con recursos pagados por el erario, es decir, viven, quieran o no del producto de nuestros impuestos.

No es fácil realizar un comentario cuando en el ejercicio de este quehacer se expresan juicios con responsabilidad, fundándose en una argumentación razonada y que sin duda lleva principios éticos, como por ejemplo, la vida privada, la coprolalia y los supuestos que aun contando no deben ser exhibidos.

El sarcasmo, la ironía, la mordacidad y la suspicacia, por hirientes que fueren, son recursos legítimos que cualquier crítico suele emplear para enderezar sus cuestionamientos a los diversos actores políticos y a otras figuras públicas.

Por ello, me parece cuestionable la forma como reaccionan los políticos del patio en especial priistas y panistas con algunos conceptos externados. Que no se asusten, podría o no estar de acuerdo con lo que un político expresa y la forma como lo dice, pero tengo el derecho de asentarlo tal cual.

Cualquier crítico debe de buscar el justo medio, el equilibrio entre el fondo y la forma, para evitar caer en posturas sesgadas o francamente veleidosas, que pongan en entredicho su independencia y credibilidad, más allá de las molestias, y resquemores que sus dichos puedan generar en los actores sujetos de cualquier cuestionamiento.

Hacer análisis y crítica no debe tener despropósitos por actos y omisiones de los políticos y gobernantes sin necesidad de incurrir en deslices o sesgos que puedan afectar su propia imagen como forjadores de la conciencia social deben ser meditados por ambas partes.

Un aniversario más de la Libertad de Expresión y otro año de que cada quien lo festeje por su lado. De cualquier forma felicidades a todos ellos.


¡O TEMPORA! ¡O MORES!

Estuve recientemente en el aeropuerto de Campeche y curiosamente un conocido que vive en la Ciudad de México, me pregunto quién era la persona cuyo nombre tiene esta terminal aérea. Le dije ---hasta donde conozco---, el nombre de este personaje. Ante ello me respondió que los campechanos tenemos varios próceres que con mucho tienen los méritos necesarios para darle realce a este aeropuerto.

Me dijo que muchas de las principales ciudades del mundo llevan los nombres del personaje más importante de su ámbito. Por ejemplo: París con “Charles de Gaulle”; Caracas con “Simón Bolívar”; Ciudad de México con “Benito Juárez”; Nueva York con “John F. Kennedy”; Washington con “Ronald Regan” y “John Foster Dulles”; La Habana con “José Martí” y hasta Mérida con “Crescencio García Rejón” (que dicho sea de paso no es yucateco sino un jurista campechano nacido en Hopelchén cuando era territorio de esa entidad, pero se lo adjudicaron); Veracruz con “Heriberto Jara”; Monterrey con “Mariano Escobedo”; Toluca con “Adolfo López Mateos”; Guadalajara con “Miguel Hidalgo”; Puerto Vallarta con “Gustavo Díaz Ordaz”; Morelia con “Francisco J. Mujica”; Ciudad Juárez con “Abelardo R. Rodríguez”; Villahermosa con “Carlos Rovirosa”, etc.

Darle al aeropuerto de una ciudad un nombre de prestigio es de gran impacto social y económico, toda vez que este nombre se repite constantemente en los medios nacionales e internacionales y es, sin duda, un importante apoyo al turismo que en el caso de Campeche es un proyecto que a todos los campechanos nos interesa.

Si al aeropuerto de la ciudad de San Francisco de Campeche se le cambia el nombre por el de “Justo Sierra Méndez”, no solo se beneficiaría al turismo local sino se haría un acto de justicia para quien es hoy por hoy ---quieran o no sus detractores---, la primera figura intelectual de Campeche y que sigue creciendo con el tiempo.

Por su labor educativa, por haber sentado las bases del desarrollo educativo y cultural de México que hoy gozamos, por su empeño n la creación de la Universidad Autónoma de México (UNAM), por su erudita y amplia obra literaria, por su influencia política demostrada por varios lustros, Justo Sierra Méndez goza aún, a tantas décadas de su muerte, del reconocimiento de México.

Los campechanos hemos rendido tributo de distintas maneras al Maestro de América, pero Campeche crece y hoy buscamos con un nuevo gobernante que sea en grande, y este crecimiento debe también hacerlo nuestra admiración y reconocimiento por el insigne prócer de esta tierra que lo vio nacer frente al parque del centro de nuestra ciudad capital. La casa donde nació sigue siendo un hotelito de algún tiempo de paso y luego de “pago por evento”. Nunca ningún gobernante ha querido gastar en comprar esa propiedad y crear un museo que resalte la figura de tan eminente campechano.

El aeropuerto de Campeche debe cambiar de nombre al de Justo Sierra Méndez. Hace unos años un grupo de profesionistas campechanos entre los que se encontraba mi estimado amigo ya fallecido, el Ing. Joaquín Martínez Rosado, emprendieron esta noble causa que va más allá de cualquier pronunciamiento político.

Los cambios de vida son necesarios, sobre todo cuando se busca insertar a Campeche en amplios programas de turismo nacional e internacional, prueba de ello es el reciento evento de Motonáutica. El movimiento aeroportuario hace tiempo que está esperando su despegue. Nada mejor que un cambio con el nombre de la egregia figura del Maestro de América, en un bronce en la sala principal de nuestro aeropuerto internacional.

Si ustedes observan no es necesario para elevar al que llega, azotar con la vara del descrédito al que podría irse. Es otro campechano, razones se habrán tenido al seleccionarlo, pero Sierra Méndez, es por si solo un nombre universal que no ha sido lo suficientemente reconocido es esta tierra que lo vio nacer hace 168 años.

Para algunos detractores que al paso de los años han tachado al ilustre mentor de seguidor del dictador Porfirio Díaz, me voy a permitir transcribir una carta que pinta claramente el pensamiento de Justo Sierra, enviada a este su servidor por un amigo. En ella el prócer campechano se dirige al General Porfirio Díaz, fechada en la Ciudad de México en noviembre de 1899.

Como no faltarán amigos benévolos que hagan notar a V. La falta de mi firma en algunos de los documentos publicados en estos días, deseo, abusando de su deferencia, explicar la razón de esta conducta que obedece a un propósito largamente meditado; creo que cumple esta explicación a las obligaciones políticas contraídas, no tanto con V, como conmigo mismo y con la viva adhesión que le he profesado siempre y data de antes del triunfo y del poder.

Cuando redacté hace algunos años el manifiesto de lo que se llamó la convención liberal, asenté, con el beneplácito de todos mis compañeros, que la reelección que recomendábamos era la última; que una democracia que se forma o se transforma, vive de renovaciones como todos los organismos.

Esta declaración fue prematura; el influjo de circunstancias que pertenecen a un orden demasiado íntimo para permitirme otra cosa que una alusión, hicieron imposible la separación de V. Más hoy tienen un aspecto particular las cosas, hoy ---crea V, señor, a mi honrada franqueza--- hoy el gran grupo del país que piensa sobre estos asuntos, grupo profundamente inactivo, pero no sin perspicacia, desearía que la reelección no fuese forzosa como, por desgracia, lo es. Voy a ser más claro. La reelección, según se infiere de las razones en que los diversos comités apoyan sus manifiestos, razones que dentro de cuatro años tendrán mayor eficacia todavía, la reelección significa hoy la presidencia vitalicia, es decir, la monarquía electiva con un disfraz republicano.

Yo no me asusto por nombres, yo veo los hechos y las cosas; he aquí lo que con este motivo se me ocurre. La reelección indefinida tiene inconvenientes supremos; del orden interior unos y del exterior otros; todos íntimamente conexos. Significa bajo el primer aspecto que no hay modo posible de conjurar el riesgo de declararnos impotentes para eliminar una crisis que puede significar retroceso, anarquía y cosecha final de humillaciones internacionales, si V, llegare a faltar de lo que nos preserven los hados que, por desdicha, no tienen nunca en cuenta los deseos de los hombres.

Y si se objeta que no es probable que no podamos sobreponernos a esa crisis por los elementos de estabilidad que el país se ha asimilado, entonces, ¿cómo nos reconocemos impedidos para dominar lo que resultaría de la no reelección? Significa además, que es un sueño irrealizable probablemente la preparación del porvenir político, bajo los auspicios de V, y aprovechando sus inmejorables condiciones actuales de fuerza física y moral (preparación que todos desean hasta los más íntimos amigos de V, aunque le digan lo contrario).

En cuanto a lo que atañe a lo exterior, esta es, en mi juicio, la impresión indefectible de los hombres de estado y de negocios en los Estados Unidos, en Inglaterra, en Alemania, en Francia…, en la república mexicana no hay instituciones, hay un hombre; de su vida dependen la paz, trabajo productivo y crédito.

Sé bien señor Presidente que nadie mejor que V, ha pensado sobre esto, que nadie tiene con más precisión en cuenta estos elementos del problema, que lo que acabo de escribir a V. le hará  sonreír y encogerse de hombros creyendo que yo me imagino que son razonamientos nuevos para V. ---No, señor, no soy tan presuntuoso así---. Tampoco soy de quienes creen que la política de V. Está explicada con un simple apego, apasionado al puesto, brutal e irreflexivo; he estudiado a V. Un poco mejor que ellos, aunque de mucho más lejos. Creo que hay algo más que una ambición, rudimentaria en la conducta de V., creo que nadie tiene derecho a dudar de que antes que todo V. Coloca el apego a la patria, cuando se ha contribuido a hacerla como V. Por eso esta carta no tiene otro objeto que traducir a V. En descargo de mi lealtad, un monólogo de mi conciencia.

Veo claramente que en estos momentos la reelección, que no creo necesaria, es forzosa; y eso es lo que siento. Una solución de continuidad de cuatro años en el gobierno de V. Sería la gran muestra de la salud nacional, que todavía tiene tantos incrédulos secretos. Estos hablan de otra garantía del orden en Méjico cuando el prestigio de V. Haya desaparecido, pero esa garantía es una mano que nos toca el rostro.

Lo he molestado y distraído a V. De seguro, por ignorancia del verdadero estado de la cuestión, que quizás si conociera bien juzgaría de distinto modo. Por ignorancia será, no por un alarde malsano de civismo verbal y declamatorio.”

Una palabra más; de esta carta no tiene noticia ninguno de mis amigos, ni es mi intención siquiera de dirigirla a V.

Como siempre su adicto y respetuoso amigo y S.S.”

En el borrador de la carta. La contestación del general Porfirio Díaz figura en el apéndice de este volumen. Es ocioso recordar los términos en que se realizó la nueva instalación del caudillo oaxaqueño. La Convención Nacional, en medio de la indiferencia del pueblo, celebró un plebiscito el 1 de enero de 1900 en el que se declaró candidato a la presidencia. La reelección tuvo lugar en julio de ese año, después de clausurado el Congreso, sin que se levantara una voz discordante, aprovechando varios golpes de efecto político y en unas elecciones sin adversario. Con el programa de “poco política y mucha administración” se iniciaba el nuevo siglo y el periodo que había de desembocar en la revolución de 1910.

Justo Sierra Méndez dejó para la posteridad y para discursos de políticos y no políticos la frase: “El pueblo tiene hambre y sed de justicia”, que el asesinado candidato del PRI a la presidencia de México, Luis Donaldo Colosio Murrieta, pronunciara en su célebre discurso del año de su muerte en 1994.

Amado Nervo, llamó al prócer campechano: “Un hombre bueno”. Don Justo no solo dejo una obra educativa, sino su obra histórica. Quien haya leído bien su libro ”Historia de México” y su “Juárez, su obra y su tiempo”, no tendrá duda de cual fue su pensamiento sobre las luchas de Reforma y los momentos de restauración de la República que lo colocaron frente al porfirismo.

Fue político, escritor, periodista, abogado. Escribió en prosa y en verso. Fue diputado suplente en 1880 y propietario en 1884 por Sinaloa. Magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1894. Los capítulos de su libro “En tierra Yankee” se publicaron en la revista El Mundo. Subsecretario y secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes (antecedente de la SEP) de 1905 a 1911 durante el régimen de Porfirio Díaz, fundó la Universidad Nacional hoy UNAM.

Todavía resuena el famoso discurso que pronunció en la Universidad Nacional cuando entre otras frases dijo: “La Universidad ha de investigar, pero no a espaldas del pueblo; ha de crear profesionistas, pero con sentido humano y con responsabilidad compartida”. Esta pieza literaria fue admirada entre otros casi campechano: José Vasconcelos.

Los gobernantes campechanos de las últimas décadas han tenido en el olvido a esta figura tan respetada fuera de esta tierra. Si por ejemplo fuera yucateco, pueden tener la seguridad y la certeza de que no solo tendría un monumento bien conservado y de primer nivel, su nombre al aeropuerto internacional y un museo con la colección completa de Agustín Yañez, editada en 15 tomos cuando la UNAM lo declaró Maestro de América.


¿AUDITOR ETERNO?

Campeche es uno de los Estados donde el Partido Revolucionario Institucional tiene mayoría parlamentaria en el platillo volador. Lo que en el pasado sucedía a nivel federal, es decir, la Contaduría Mayor de Hacienda recibía la fuerte influencia del Ejecutivo Federal, lo que lastraba la imparcialidad de cada auditoría.

En esta entidad, por ejemplo, el titular de la Auditoría Superior del Estado de Campeche, CP Jorge Martín Pacheco Pérez. Ciertamente un joven profesionista que obtuvo un primer lugar nacional en el CENEVAL, fue llevado luego por José Antonio González Curi, a la secretaría particular de su administración, y poco después, se hizo a un lado a un competente contador que se desempeñaba bien y con cierta imparcialidad para darle a Pacheco Pérez el cargo de la ASE. Estamos hablando de cerca de 16 años, lo que es donde quiera vérsele una auténtica inmoralidad.

La Ley Orgánica del Poder Legislativo del Estado en su Artículo 122 señala que la revisión de la cuenta pública estará a cargo del Congreso, el cual se apoyará en la auditoría para la fiscalización superior de la propia Cuenta Pública y que asimismo gozará de autonomía técnica y de gestión para decidir sobre su organización interna, funcionamiento y resoluciones. Asimismo, el Artículo 184 señala que el Auditor Superior durará en el cargo seis años, pudiendo ser nombrado para subsiguientes períodos.

Debe ser elegido por el propio Congreso del Estado con votación de las dos terceras partes de los diputados presentes en la sesión. Pero es el caso que en realdad ese Poder sigue sujeto a  las veleidades del Ejecutivo en turno, para que mediante “respetuosa sugerencia” a los líderes de las bancadas dominantes –-que en todos los casos han sido del PRI---,  para seguir conservando tantos años al actual titular de la Auditoría Superior del Congreso del Estado que revisa, oculta a la prensa y modifica la obligación de sancionar a quienes violen las disposiciones para manejar éstas con honradez y eficiencia. El mejor ejemplo de la corrupción del pasado gobierno estatal lo tenemos que su cuenta pública salió limpia y reluciente a pesar de las graves anomalías que por ejemplo se cometieron en el Congreso del Estado donde estuvo como presidente de la Junta de Gobierno del Poder Legislativo Edgar Román Hernández Hernández.

¿A que me refiero? Sencillamente que hay tantos casos que han pasado por las manos de esa auditoría superior y con tantas faltas que caben en decir que “hay plumajes que cruzan el pantano sin mancharse”. El pantano de las dos últimas administraciones estatales es de esos.

¡Dónde quedaron por ejemplo las devoluciones y sanciones de José Seara Sierra y Carlos Oznerol Pacheco Castro, alcaldes de los trienios 2006-2009 que dejaron pasivos sin comprobar, el primero por más de 100 millones de pesos y el segundo de 20 millones de pesos. Luego vendrían las entregas a sus sucesores y curiosamente el de El Carmen que era del PAN, pasó a manos del PRI y en Campeche que era del PRI quedó en poder del PAN, ambos con más de 150 millones de pesos a múltiples acreedores.

Y todavía más. en El Carmen, la actual directora general del INAPAM, Aracelly Escalante Jasso de Lliteras, suplicó los adeudos sin que se vieran obras ejecutadas y remató con un préstamo que curiosamente fue aprobado por su Cabildo y luego por el Congreso del Estado.

La forma tan ligera en que los diputados votan a favor de préstamos de un municipio y del Estado indica la dependencia del Legislativo en materia de fiscalización y que las auditorías se vuelven blandas. Además se convierte en ocasiones en cimitarra que degüella, herramienta de venganzas políticas que en nada ayudan a la objetividad con la que debe trabajar y efectuar las revisiones la Auditoría Superior del Estado, hoy todavía en manos de Pacheco Pérez.

El auditor mayor Pacheco Pérez –como lo señalo líneas arriba--, ha estado en ese cargo cerca de 16 años, desde el gobierno de González Curi, Hurtado Valdez, Ortega Bernés y ya lleva casi nueve meses del actual gobierno estatal, además de nueve presidentes hoy de la Junta de Gobierno del Poder Legislativo. Demasiado tiempo para pensar en una autonomía libre de influencias, consecuentemente resulta absurdo que la actual legislatura lo vaya a ratificar, porque desde el 28 de junio de 2011 vive violentando la ley que los regula al señalar que estará en el cargo hasta el 2018. Es decir concluiría “capulinamente” su encomienda hasta ese año.

Una auditoría de ningún modo debe dejar de hacerse para proteger a los leales, ni deben programarse para perjudicar a los enemigos políticos. Deben, eso sí, ser producto de un análisis teórico y científico, basado en los antecedentes de una revisión, monto de recursos, información comprobada de posibles actos de corrupción, como los que incurrió la administración de Ortega Bernés.

Pero en materia de revisión tanto la ASE como la Contraloría del Estado tienen dos pesas y dos medidas. Aquel pensamiento juarista se cumple indefectiblemente: “A los amigos, justicia y gracia. A los enemigos, la ley a secas”.

El combate a la corrupción es, y debe ser, un tema de la mayor prioridad de Rafael Alejandro Moreno Cárdenas. El manejo de los recursos del erario estatal y los municipales, la rendición de cuentas y la transparencia están siendo aplicados en cada acto de gobierno-

La participación ciudadana en el combate a la corrupción es vital. Y en este momento se está viendo que hay voluntad política del actual gobierno. Los ciudadanos deben por tanto exigir cuentas claras y transparencia en toda acción de los tres niveles de gobierno. Campeche o necesita han sido ya muchos años de latrocinio.

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