“La política no solo es
teatro, sino el mejor de los espectáculos”.
Anónimo
Vivimos tiempos nuevos, inéditos, de nuevos paradigmas y retos que
debemos enfrentar con inteligencia y sensibilidad. El periodismo crítico y
responsable debe estar al servicio de una sociedad campechana urgida de
argumentos serios, reveladores, que le permitan acercarse mejor a la realidad
que se enfrenta.
Las columnas políticas parecen haberse agotado, y como el burro de la
noria, no se han dado cuenta de la inutilidad, de su servilismo al poder, de su
ineficaz contundencia para tratar asuntos de verdadero interés para todos los
ciudadanos.
Es necesario el nacimiento de una visión distinta, muy diferente a lo
que otros ven. Para nosotros Campeche no está ajeno a los problemas nacionales
y mundiales, por el contrario, y a pesar de que somos cerca de 900 mil
habitantes distribuidos en 52 mil kilómetros cuadrados, un gran sector de esta
sociedad se encuentra marginada y en algunos casos en condiciones muy difíciles
de sobrevivencia.
El mapa político estatal, después de la elección del año pasado, por
si mismo explica un auténtico cambio de forma y fondo en Campeche. Nuevos
políticos, nuevos actores sociales, nuevas reglas de operación social y
económica, y nueva manera de enfrentar los graves problemas urgentes.
Estaremos atentos a los hechos cotidianos que ya marchan a seis meses
del banderazo de salida, que impactan nuestra economía. No se deben escatimar
palabras o adjetivos para ventilar saqueos al erario (federal, estatal y municipal),
el robo descarado de rémoras del poder que no dejan fluir las buenas acciones
de gobierno. También debe cualquier columnista ser crítico de los mentirosos,
de los falsos profetas que anuncian la buena nueva y están apuñalando el futuro
de Campeche.
El periodismo necesita nuevas opciones para interpretar mejor los
latidos de nuestra incipiente democracia en el corazón de los ámbitos federal,
estatal y municipales. Es imperativo categórico equilibrar la balanza en el
comentario político. Instinto y objetividad se están perdiendo. Hay que
mantener una postura inquebrantable para defender lo que pensamos como justo y
verdadero, apegados a nuestros principios éticos e ideológicos, solo así y nada
más seremos el fiel de una balanza que demanda la sociedad campechana.
SEGUIMOS NADANDO DE
MUERTITO
Cuando
iniciaron las vacaciones de Semana Santa y la mayoría de los campechanos y
mexicanos buscamos en nuestros cajones el traje de baño para remojarnos en la
playa –la gran mayoría en el corredor de lodo con basura que va de la zona de
los cocteleros hasta la contaminada salida al mar de una termoeléctrica ya en
desuso---, nos da pie a este comentario revelatorio de la crisis económica.
Y
vaya que la actual sutuación desnuda a México, un país donde 70 millones de
mexicanos están oficialmente bajo la línea de la pobreza y 30 millones no
tienen lo suficiente para comer.
Un
país que ha producido una de las fortunas más grandes del mundo (Carlos Slim Helú),
junto con tantos que claman sobrevivir con un salario mínimo. Un país que ha
tocado fondo en el índice global de la competitividad. Cada día más rezagado,
cada día más rebasado, cada día más pobre y que se parece a los campechanos de
esta capital que nadan desnudos en el “mar” de Campeche, un mar por cierto contaminado,
turbulento de suciedad y con un aire viciado como consecuencia de tantos años de
corrupción.
Durante
décadas el petróleo funcionó a Campeche y México como salvavidas. Ocultó su
desnudez y tapó los defectos y desperfectos políticos y con ello financió el
letargo. Logramos nadar de muertitos, sin vernos obligados a patalear más fuerte
o a dar brazadas más rápidas que otros nadadores en ese mar de mercados
emergentes.
Pero
la realidad llega tarde o temprano. Ahora comenzamos –desde el año pasado--, a
desabrir lo que la “bonanza petrolera” sumergió: nuestra dependencia de un
recurso natural no renovable cuya producción se desplomó al igual que los
precios mundiales y nuestro peso mexicano ante el dólar.
Nuestra
dependencia de las remesas mensuales cuyo envío también cae ante la amenaza en
EE.UU. de un orate candidato republicano llamado Donald Trump. México ha sido incapaz
de construir motores internos que desaten el verdadero desarrollo económico y
alienten la inversión, promuevan el empleo o levanten la marea lo suficiente
para que los pobres logren mantenerse a flote y no seguirse hundiendo en la
miasma.
Y
la culpa no es toda de Enrique Peña Nieto o de sus programas de “combate
a la pobreza” o la política social o de crisis financiera, o del desplome de
las exportaciones, del alza en el precio de los alimentos. El problema está en
otra parte. Es un modelo que privilegia el mantenimiento del corporativismo por
encima del crecimiento económico, que enfatiza la distribución por encima de la
innovación que genera incentivos para el crecimiento de la economía informal en
vez de reducir su tamaño, que premia clientelas en lugar de construir
ciudadanos.
Un
esquema creado hace más de 100 años con la revolución mexicana que repartía en
vez de producir. Un sistema de cotos reservados y monopolios avalados y
sindicatos apapachados como es el de Bonilla en el ayuntamiento de Campeche, así como
mercados distorsionados. Un arreglo a través del cual se subsidia de manera
creciente a los pobres pero no se generan condiciones para que dejen de serlo.
Especialistas,
editorialistas, economistas, etc., nos dicen que la razón de nuestro rezago se
halla en la persistencia de intereses que han logrado bloquear cambios que
harían más productiva y eficiente la economía mexicana. Es la supervivencia de
tiburones hambrientos, como supuestamente nadan en la mierda del mar
campechano, y que están acostumbrados a
vivir de las rentas petroleras, del gasto público, de los “moches” que seguirán
secular seculorum pese a la famosa
iniciativa 3 de 3 porque, como decía mi difunto padre –abogado por más de 50
años--, “una vez hecha la ley, automáticamente es creada la maña”. Los primeros
graduados de los programas sociales entraron a un mercado laboral deprimido y
así se quedaron. “Educador, alimentador y sin trabajo”.
Y
no hay trabajo porque no hay crecimiento económico. Y no hay crecimiento
económico porque no es el objetivo principal de la clase política. Esto, ahonda
la distancia entre México y los demás. La economía mexicana no ha logrado sacar
de la miseria a sus pobres. México se quedó en el siglo pasado. Está rezagado
en un sistema de derecho confiable y objetivo, en el manejo sustentable del
medio ambiante, en la existencia de una sociedad incluyente, preparada y sana,
en un sistema político estable y funcional –no es posible que cada proceso
electoral lleguen a competir hasta 10 partidos políticos; en los sectores
productivos de clase global; en gobiernos eficaces y eficientes; en sectores
económicos de vigorosa competencia.
Esto
es contundente, son datos dolorosos que se suman a las cifras que algunos como
el INEGI y el Coneval, nos retratan de cuerpo entero: hambientos, pobres,
enfermos y envejecidos. Necesitamos remodelarnos con urgencia, transformarnos
con rapidez. Ponernos traje de ba
ño
para dejar la desnudez y nadar en el mar de oportunidades con vigor.
Lo
que no debemos de seguir haciendo en Campeche y en todo el país es seguir
flotando de muertito. Seguir perdiendo el tiempo, seguir ignorando que estamos
en pelotas en un mar pantanoso. Seguir pensando que es necesario replantear los
fundamentos de nuestra economía.
La
marea descendió en una bajamar estatal y nos atrapó sin traje de baño, pero con
un gobierno estatal endeudado casi sin uno de los puentes hacia Ciudad del
Carmen, con millares de pobres y una corrupción que raya en lo infinito. Vaya
labor que tiene por delante este nuevo gobierno.
BENEFICIARIO Y AUTOR DE
LA INVASIÓN DE LA CALLE NICARAGUA.
Sin análisis y violando disposiciones de vialidad y el menor sentido
de política pública, el entonces alcalde de Campeche, en un trato en lo obscuro
con introductores del mercado de abasto “Pedro Sáinz de Baranda”, materialmente
cerró un tramo de la calle Nicaragua, donde se asentaron comerciantes foráneos
con todas las implicaciones que esta medida ha tenido hasta la fecha. Hoy, su
“consentido” Edgar Román Hernández Hernández, continúa permitiendo esa
violación.
Desde
que era alcalde y luego como gobernador, Fernando Eutimio Ortega Bernés permitió y fraguó
la invasión de la calle Nicaragua, entre Circuito Baluartes y calle Tamaulipas,
contigua al mercado principal “Pedro Sáinz de Baranda”.
¿Cuánto
beneficio económico debió en su momento representarle al ex alcalde y ex gobernador,
“El Purux”
Ortega Bernés, esa transa, que a todos luces lo fue?
En
los primeros años de la administración del contador Jorge Carlos Hurtado Valdez, Fernando Eutimio
Ortega Bernés, desempacado de la Secretaría de Educación del
antecesor de Hurtado, Antonio González Curi, fue electo Presidente
Municipal de Campeche.
Ya
desde los primeros días, según se puede apreciar por un extraño anuncio que
emitió, se hizo presente un “pacto” del entonces alcalde hurtadista, con los
más poderosos e influyentes introductores de frutas y legumbres del principal
centro de abasto de la ciudad, encabezados por los Camacho, que proveen a casi
todos esos puestos del mercado Sáinz de Baranda.
Debió
haber sido buena la “percepción” de Fernando Ortega para que haya sido necesario que
con él se tratara directamente el asunto, y no con los variados subdirectores
de mercados del Ayuntamiento, que han pasado uno tras otro, sin que ninguno ni
tampoco los alcaldes desde el 2003, hayan osado liberar la calle Nicaragua,
pese a la obstrucción ilegal de una vía pública que se observa y a un latente
riesgo del físico de transeúntes, clientes y oferentes.
Ningún
alcalde ni subdirector de mercados movió un dedo para quitar a la decena de
puestos expendedores al mayoreo y menudeo de frutas y legumbres, obviamente, después
del visto bueno al más alto nivel, primero como alcalde y luego como titular
del Ejecutivo estatal. Ni Oznerol, ni Rosado Ruelas, ni Ana Martha, los tocaron ni con el
pétalo de una rosa.
En
este aparente soborno, cohecho, se aprecia que, los autores de dicha invasión,
carecen del giro de expendedores al menudeo, es decir, no tienen permiso para
vender directamente a la clientela, ya que ellos son introductores.
Es
el caso de Pedro
Camacho un emporio local del mercado más grande de la introducción
de la fruta y la verdura, de esta capital. Su misión, de acuerdo con su giro,
es la de surtir a los puestos del mercado principal Sáinz de Baranda de
Campeche. Y por eso su horario es de las 3 A.M. a las 8 A.M. En todo este
tiempo pueden comercializar sus productores, en costales.
Más
no pueden vender a granel, ya que ello sería una competencia desleal. La
ambición que suele envilecer, sin embargo, de los Camacho, lo impulsó a vender
al menudeo, perjudicando a los puesteros y puesteras del interior del centro de
abasto.
Empero,
como no habían más lugares en el mercado Sáinz, movieron sus influencias y con
su dinero lograron que el alcalde, Fernando Eutimio “El Purux” Ortega Bernés, les
permitiera ocupar el tramo de la calle Nicaragua entre la calle Tamaulipas y el
Circuito Baluartes.
De
modo ilegal, pues estamos ante una obstrucción de una calle, de una vía
pública, acto tipificado como un delito en nuestras leyes. Su competencia
desleal y el no contar con el giro, ha sido lo de menos para ellos, con
autoridades venales como la que al parecer presidió Fernando Eutimio.
Pero
Ortega Bernés
necesitaba un pretexto para explicar ese ilegal y desordenado además de
peligroso uso de una calle aledaña al mercado, la Nicaragua, para establecer ahí
puestos que lo mismo expenden al mayoreo y surten a los puestos del interior y
del perímetro del mercado, que venden por montoncitos y por piezas las frutas y
las legumbres, incurriendo en una competencia desleal en contra de sus propios
clientes, bajándoles sus ventas de quienes provee a diario o les vende el
producto que los introductores a otras entidades del país o a horticultores del
municipio y aún de diversas comunidades rurales del Estado.
Y
se le ocurrió al entonces alcalde que: “el señor gobernador, Jorge Carlos
Hurtado Valdez, nos ha autorizado 100 mil pesos, para la reubicación
de los comerciantes del mercado, de lo que sería la tercera etapa de este sitio”.
Así,
el entonces alcalde informó a través de los medios de comunicación que los
locatarios de la tercera etapa serían reubicados al área de “La Tórtola”,
ubicado al lado este del parque La Alameda y donde hoy opera un tercer
estacionamiento del mercado, después del frontal y el del segundo piso del Sáinz.
Sin
embargo, la “obra de reconstrucción de la tercera etapa del mercado, nunca
inició, ni tampoco la reubicación de los locatarios hacia “La Tórtola”.
Quienes
sí aparecieron como por arte de magia, aprovechando el relajo y la confusión
que produjo el anuncio falaz del alcalde del inicio de la reubicación de
locatarios y la etapa tercera o final de rehabilitación del mercado Sáinz de
Baranda, fueron los alrrededor de 10 puestos de los Camacho, sobre la calle
Nicaragua.
Ya
como gobernador Ortega
Bernés refrendó su permisión a la ocupación ilegal y hedionda de la
calle Nicaragua convertida hoy en una pestilente hilera ilegal de puestos.
Mientras
que Daniel
Suárez Vázquez, hoy Subdirector de Mercados del Ayuntamiento de
Campeche, subrayó con respecto a la
invasión de la calle Nicaragua por expendedores de frutas y verduras que: “El
tema es más profundo”.
El
dicho del encargado de los mercados de la Comuna hoy presidida por Edgar Román “El
Garo” Hernández Hernández, encierra su enigma.
Pero
si repasamos un poco, lo desentrañamos: El principal responsable, y por
consiguiente, sin temor a equivocarse, el principal beneficiario, de esa
invasión, por parte de los más poderosos introductores de frutas y legumbres
del mercado principal de la ciudad, el Sáinz de Baranda, encabezados por los
Camacho, es el ex gobernador, Fernando Eutimio Ortega Bernés.
Los
ex alcaldes del “puruxiato”, Carlos Ernesto Rosado Ruelas y Ana Martha
Escalante Castillo, se hicieron de la vista gorda.
Hoy,
no bastaría con el desalojo de la calle Nicaragua y la reubicación de quienes
por más de 10 años se apoderaron ilegalmente de más de 100 metros de la calle
Nicaragua.
Mientras
que nunca se supo qué pasó con los supuestos 100 mil pesos que según el ex alcalde
y anterior gobernador, le había “dispuesto” el gobernador Hurtado Valdez; si los desvió para
otros fines o si solo se trató de un distractor para colocar a sus protegidos
en la invasión de la calle Nicaragua.
¿No
será acaso que el pupilo del “Purux” y hoy alcalde, Hernández Hernández no se quedó
atrás y ya negoció con los adinerados introductores de frutas y legumbres del
mercado?
¿Qué
más se puede presumir cuando, en vez de pedir una sanción para quienes
ilegalmente y por más de una década ocuparon y comercializaron en formas no
permitidas y sin la autorización debida en una calle, en una vía pública? Edgar Hernández
anuncia que los reubicará en un lugar “donde no corran riesgo. No más que mayor
corrupción heredada por el sexenio trágico de Ortega Bernés.